Tanta luz en poco espacio: La atenta brevedad de Carlo Acevedo

Andrea Juliana Enciso

No hay tiempo que perder:
la luz brilla sobre los jardines
cubiertos de rocío.
Carlo Acevedo
Entre las hierbas,
una flor desconocida,
blanca.
Masaoka Shiki


El maestro zen Roshi Taisen Deshimaru (1914-1982) explicaba en una de sus enseñanzas que el pensamiento racional era una actividad ilusoria que nos alejaba de la raíz que es practicar zazén. Y cuando me refiero a raíz digo jardín, el amanecer, un cambio tenue del naranja al amarillo, el rocío en ese particular momento de la mañana cuando la hierba brilla y Carlo Acevedo se hace luz y gota atravesada por el sol al terminar el poema. En este ejercicio de volver a la raíz, conversamos sobre su elección del haikú como forma de expresión y experiencia, su práctica y estudio del budismo zen y sus diálogos con la tradición orientalista hispanoamericana. Obviamente, como dos entusiastas de la lentitud, no pudimos dejar a un lado el tema de la escritura y su resistencia a “la cultura del eterno objetivo”, en particular cuando se hace desde el Caribe.

No hay tiempo que perder. Los invito a entrar a la conversación y a contemplar la flor desconocida, siguiendo a Shiki, del proyecto poético de este escritor barranquillero.   

Andrea Juliana Enciso

***

A la izquierda: portada del poemario Fortuna del día (Pre-Textos, 2019). A la derecha: fotografía de Carlo Acevedo.

***

Andrea Juliana Enciso: En 2019 Pre-Textos publicó tu libro Fortuna del día, ganador del 40° Premio Internacional Arcipreste de Hita, marcando así el inicio público de una carrera poética caracterizada por el desprendimiento del yo y la búsqueda del afuera en el formato del haikú. ¿De dónde surge la decisión de centrar tu búsqueda estética en este género poético?

Carlo Acevedo: Creo que viví el haikú como experiencia antes que como forma poética. De hecho, los haikús de Fortuna del día fueron los primeros que escribí. Es más, el primero que alguna vez escribí es el que abre la sección de haikú del libro. Sí es cierto que este poemario, con sus peculiaridades, marca un inicio para mí y me ha dado una suerte de identidad. Hay un tema o un abanico de temas con los que se me relaciona. La verdad es que estudio y practico budismo desde hace poco más de diez años. Creo que esa fue mi primera experiencia con el haikú, incluso antes de leerlo o de percatarme de él. Siempre digo en mis talleres que el haikú, más que una forma de escribir, es una forma de mirar, de ser, de estar. Creo que desperté esa sensibilidad a través de la práctica zen, de sus silencios, de la disposición que requiere, de mis propias insistencias y necesidades. Lo siguiente fue percatarme de lo que en mí detonaba y traducir esa experiencia al lenguaje. Después de un tiempo, se convirtió en decisión o convicción. En un principio, sin embargo, fue pulsión, incomodidad. 

Andrea Juliana Enciso: Cuando hablamos del haikú, hablamos del zen y su invitación a dejar atrás el cardumen de pensamientos para centrarnos en el gran vacío del ahora. ¿Cómo ha sido tu relación con el budismo zen y la disposición vital de haber nacido y vivir en el Caribe colombiano?

Carlo Acevedo: Mi relación con el budismo zen ha sido constante, aunque irregular. Digo, ha sido parte fundamental de mi vida desde que inicié mi acercamiento, pero las circunstancias no han sido siempre las mismas. Ahora mismo vivo en Barranquilla, donde no hay una comunidad o sangha con la que practicar o estudiar. Ello altera el camino, por supuesto, y demanda otras cosas. Pero eso se ha equilibrado con los períodos en los que he podido practicar de manera mucho más formal e intensa, como cuando viví en Bogotá o en Estados Unidos. Tener la experiencia de pasar unos días en un monasterio, asistir a un retiro, llevar la vida como allí se debe, entrega total, aunque sea por unos cuantos días, no es poca cosa. Pero por supuesto que hay una tensión: el Caribe que soy no siempre encuentra espacio para aquello que no es caribe en mí. 

Ahora, en cuanto a la escritura, creo que el balance es distinto. Para mí ha sido fascinante contener al Caribe, mi experiencia, en esa estética tan distante (en términos geográficos) y prudente. El haikú tradicional tiene sus elementos característicos: los cerezos en flor, la luna en el verano, los pinos, el monte Fuji, los cuervos, el loto. Quizás no sean tan determinantes en el haikú moderno, pero el entorno sigue siendo crucial para esta estética del silencio. Así que, en los últimos años, cuando volví a Barranquilla, me di cuenta de lo increíble que es poder contener al Caribe en ese silencio: es tanta luz en tan poco espacio. Ahora las iguanas, el mango, el roble rosado, el árbol del caucho, la Sierra Nevada, el río Magdalena, el mar Caribe y la mariamulata hacen parte de mi haikú, del haikú. Creo que la tensión o dificultad sobre la que te hablé antes se disuelve a través de la escritura.

Andrea Juliana Enciso: Desde el modernismo rubendariano, el orientalismo japonista hispanoamericano ha sido uno  de los caminos creativos más fructíferos y, al mismo tiempo, más subterráneos de nuestra tradición poética. ¿Cómo fue tu descubrimiento y tu relación con este canon literario al que pertenecen autores como Jorge Carrera Andrade, Jorge Luis Borges, Rafael Cadenas, José Watanabe, entre otros?

Carlo Acevedo: Como dije antes, esta forma de mirar la desarrollé por fuera de mi vida estricta o literalmente literaria. Mi relación con las estéticas y sistemas de pensamiento orientales, en especial de Japón, surgió por fuera de mi escritura o a pesar de ella. Creo que, en un principio, los sutras budistas y la práctica del zazén (meditación) pudieron influir más en ese algo que se va gestando antes de ser escritura. 

Pero sí es cierto que descubrir a estos autores, teniendo en cuenta mi experiencia personal, fue muy poderoso. Me permitió ver que había una Latinoamérica del Oriente, y ello fue muy revelador e importante. No me sentí tan solo, como nadando entre estéticas y formas de ver tan distintas. Descubrí que mi propia tierra, Latinoamérica, me daba maestros que ya habían incorporado al español (esa otra patria) aquello que a mí me había empezado a cautivar incluso en la adolescencia. Algunos de los autores que mencionas nunca escribieron haikú propiamente, pero tal estética atravesaba sus obras. Los haikús en español que me dijeron “Puedes hacerlo” fueron los de Borges. Y hoy hay autores y autoras que se mueven genial entre los tres versos, como es el caso de Susana Benet o Andrés Neuman, a quienes admiro.

Andrea Juliana Enciso: Entre las grandes revoluciones al género instauradas por Matsuo Basho se encuentra la premisa del viaje como una disposición para alcanzar el satori, a través de ejercicios de anotación del ahora en diarios y haikús. Pensando en la presencia constante de escenarios diversos en tu trabajo (incluyendo tu trabajo inédito posterior a Fortuna del día) que pasan desde el Caribe, España y algunos paisajes del Midwest estadounidense, ¿cómo ves la relación entre tu escritura y el viaje?

Carlo Acevedo: Me gusta pensar, como alguna vez aseguró Seamus Heaney, que los poemas aparecen. Esto es muy importante, sobre todo cuando se habla de haikú. Aparecen, sí, pero percibirlos y luego traducirlos al lenguaje requiere disposición y atención, así que creo que la palabra contemplación (la que usualmente se vincula a estas poéticas que se relacionan con el entorno) se queda un poco corta. 

En ese sentido, transformar el entorno es muy estimulante para mi escritura. Por fortuna, tuve la oportunidad de vivir en Bogotá, en Barranquilla, en el Midwest estadounidense (uno de los entornos más extraños que he habitado) y, a través de una relación, construí un vínculo muy especial con España, que aún mantengo, pues mi primer libro se publicó allí con Pre-Textos y tengo grandes amigos y amigas. Quizás aquello no es tan claro en Fortuna del día, pero sí que es más explícito en otros textos que has tenido la posibilidad de leer y que aún son inéditos. 

Ahora, volviendo a la idea de que los poemas aparecen, creo que el viaje o la transformación del entorno detona todas las posibilidades. Estoy convencido de ello, o de que así funciona buena parte de la forma en que escribo. Siempre cargo una cartuchera y una libreta. Es un poco como conservar el hambre, ser un cazador, por pretencioso que suene, o simplemente ser obsesivo. Lo importante es que construir vínculos especiales con distintos entornos me ha dado experiencias distintas y, en consecuencia, palabras distintas. 

Andrea Juliana Enciso: En tu producción escrita el japonismo y el interés por la literatura japonesa aparecen como una de tus principales preocupaciones intelectuales. Siguiendo esta tradición de la búsqueda por la precisión y un ahora empatado con el decir y el experimentar que inicia para Hispanoamérica con …Un día (1919) de José Juan Tablada, ¿cuál es para ti, viendo el escenario contemporáneo de la escritura hispanoamericana, el gran aporte del haikú y las estéticas de la literatura japonesa a la poesía y las maneras de residir en el español?  

Carlo Acevedo: Ha sido muy amplio el recorrido del silencio por el español desde aquellos poemas sintéticos de Tablada. Aquellos haikús un tanto modernistas fueron imprescindibles, marcaron un precedente. Creo que el diálogo cultural, más que brindar diferentes perspectivas, le añade nuevas posibilidades al mundo: lo aumenta, lo dilata. Creo que este es el gran aporte: aumentar el mundo de Latinoamérica. 

Y, teniendo eso en cuenta, una forma poética en específico pasa a un segundo plano. En En torno a Basho y otros asuntos, poemario de Rafael Cadenas, el venezolano no escribe ni un solo haikú, formalmente hablando. Sin embargo, la poética del haikú, que no ha sido estática, lo atraviesa. Además, el poeta nos permite vivir en español otras palabras. Escribir la palabra Tao directamente desde el español, no a través de una traducción, nos da la posibilidad de crear un mundo distinto, aunque luego desaparezca con el silencio. Y hago énfasis en el español y en Hispanoamérica. Sé que les tengo lealtad a ciertas estéticas y sistemas de pensamiento originados en Oriente, pero sé dónde están mis raíces: me gusta pensarme/saberme/construirme como un escritor hispanoamericano. Es, creo, una postura incluso ética, política. 

Andrea Juliana Enciso: El haikú no es solo un género sino una disposición vital, una ética. Como escritor radicado en el Caribe (espacio que el pensador martiniqués Édouard Glissant comprendió como territorio moldeado por la derrota de los mitos eurocéntricos del progreso indefinido y la democracia), ¿cuál ha sido el aporte de la práctica del haikú a tu manera de pensar y experimentar la cotidianidad material y social del Sur global? ¿Qué te ha dejado la contemplación y la lentitud como prácticas vitales de resistencia al afán y la angustia del éxito?

Carlo Acevedo: Bueno, creo que la escritura, en términos generales, se distingue de la lógica de la sociedad moderna. Casi que toda acción de la vida humana (eso es lo que nos enseñan a los economistas) se basa en la relación costo-beneficio o se ejecuta en función de la eficiencia. El arte (real) y la ciencia (real) no suceden según esos esquemas. Aquella idea la recuerdo de Canetti y siempre la he conservado conmigo. En un mundo en el que la gran mayoría de acciones fundamentales suceden en torno a un posible “beneficio” económico, ¿qué tiene un texto literario para ofrecer?

La escritura, sobre todo si se es autor o autora hispana, jamás promete grandes beneficios. Yo no podría pensar en escribir poesía y recibir anticipos que me permitan comprar mi tiempo como podría sucederle a alguien del mundo anglosajón. Pero sí hay que invertirle al asunto de la escritura: tiempo, esfuerzo, energía, preocupación, incertidumbre, frustración, etcétera, y todas aquellas manos amigas que intervienen en la producción de un libro, objeto que, en últimas, siempre termina siendo un acto social. Así que la escritura es una forma de resistencia en contra de esa cultura del eterno objetivo o meta, y me refiero a aquellos objetivos o metas que se plantean como “valiosos”. 

En cuanto al haikú como práctica que influye en la forma de pensar y experimentar la cotidianidad, quisiera recordar que, en Japón, en la última parte del siglo XIX, se empezó a subestimar esta forma de poesía como arte real, ante los poemas mucho más extensos que se importaban de Occidente. Sin embargo, el poeta Masaoka Shiki siempre fue rotundo: la fuerza del haikú está en su brevedad, ya que esa brevedad permite abarcar momentos poéticos imposibles de escribir con otras formas. 

***

A propósito de la relación entre su propia escritura y lo que Andrea Juliana llamó «la premisa del viaje», Carlo Acevedo habló en esta entrevista sobre unos poemas inéditos en los que el espíritu de travesía y exploración se observa de forma evidente. El autor quiso compartir con nosotros dos de esos textos, los cuales hacen parte de Apenas sombras, diario de viaje inédito que Acevedo escribió durante una estadía en España.  


Aquí estuve hace un par de años. Barrio de La Latina, mi sector favorito de la ciudad, una pequeña rosaleda junto a la Real Basílica de San Francisco el Grande. Es, también, un mirador. Se puede disfrutar, sin problema, del cielo de Madrid: sus nubes, las copas de los árboles, los edificios que nunca acaban. El muro de la iglesia que da a la rosaleda es de ladrillos, ajado, antiguo, como el resto de la fachada. Sobresalen, varios metros sobre el suelo, unas vigas negras ya oxidadas. Hacía un par de años me había cautivado, luz descendiente del atardecer, una paloma sobre una de estas. Escribí un haikú:
Sobre la viga
del muro de la iglesia,
paloma calma.

***

Se respira un silencio transparente en las calles estrechas del centro de Alcalá la Real. Me siento en una banca, ya la mayoría de locales comerciales cerrados, casi desaparecidos el tráfico y los peatones. La luz dorada de las farolas es débil, lejana, y los rincones y callejuelas se pueblan de sombras. Apenas son las diez de la noche, no habrá oscurecido hace más de media hora. Sin embargo, el aire es el de una tranquila madrugada. Así, imagino, debe ser la poesía, de existir, de encontrarla: una sorpresa en medio de la cotidianidad, una belleza inevitable, un rubor inesperado.

***

Sobre Carlo Acevedo

(Barranquilla, 1988). Autor de Fortuna del día (Pre-Textos, 2019), libro ganador de la cuadragésima edición del Premio de Poesía Arcipreste de Hita. Egresado del Máster en Escritura Creativa en Español de la Universidad de Iowa. Poemas de su autoría han sido incluidos en diversas antologías nacionales e internacionales y han sido traducidos al italiano y al inglés. Actualmente es profesor universitario y dirige Punto y Seguido, taller de escritura creativa en Barranquilla.

Deja una respuesta