Entrevista a César Mora Moreau

Escribe desde el intenso padecimiento por una persona o una idea. Eternizados por la fugacidad, sus amantes se niegan a abrir los ojos cuando besan a los hombres que desean para no diluirse en una bandada de mariposas contra el pavimento. Las historias de César Mora Moreau son como las fotos de una Polaroid: instantáneas brillantes y honestas, como la mano de quien no quiere ser retratado mientras fantasea con su pariente, su amigo de infancia o el desconocido con el que compartió una cama de hotel. Instigadas por el destello de sus historias, el pasado jueves 8 de abril las integrantes del Equipo Aluvión conversaron con este autor barranquillero sobre las pasiones y los retos que han moldeado el proceso creativo de sus dos últimos libros: la novela Al final, el océano (2019) y el libro de relatos Alas para lanzarme de un puente y volar (2021).

Un par de días antes de la conversación que sostuvimos con él a través de un en vivo (disponible en nuestra página de Facebook), César respondió vía correo electrónico estas preguntas que le propuse. En nuestra entrega del mes de abril, queremos compartir sus respuestas sobre el enamoramiento, la autoficción, el deseo entre hombres y la escritura homosexual en el Caribe colombiano.

Andrea Juliana Enciso
Portada de los libros Alas para lanzarme de un puente y volar (2021, Escarabajo) y Al final, el océano (2019, Ediciones Exilio).

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Andrea Juliana Enciso: En Pura pasión (1991), obra de la escritora francesa Annie Ernaux, la protagonista afirma: “La escritura debería tender esta impresión que provoca la escena del acto sexual, a esta angustia y a este estupor, a una suspensión del juicio moral”. ¿Cómo percibes tu proyecto creativo de cara a esta idea de la escritura como un acto que solo puede surgir de “la pasión”?

César Mora Moreau: La pasión es un sentimiento que nos mueve y está presente en distintos escenarios de nuestra vida. No solo hablo de la pasión sexual, sino de la pasión por conocer las historias de otras personas/personajes a través de la lectura y la escritura.

Pienso en los cuentos de Alas para lanzarme de un puente y volar, y en la reflexión que plantea Annie Ernaux sobre suspender nuestros juicios morales al escribir. Hace unos años me habría costado compartir o leer en voz alta una historia que mostrara de forma explícita una relación sexual entre hombres. Hoy me siento libre para hacerlo. Este libro se trató un poco de eso: fue un ejercicio en el que exploré mis preguntas sobre el deseo y el enamoramiento a través de estos personajes y sus experiencias sexuales.

AJE: Tanto en tu novela Al final, el océano (2019) como en tu libro de cuentos Alas para lanzarme de un puente y volar (2021) hay una preocupación por narrar el instante de los personajes que padecen sus pasiones. ¿De dónde surge esta urgencia por narrar desde la resonancia del presente?

CMM: Más que una urgencia, siento que las narraciones en tiempo presente te permiten crear una mayor cercanía con los lectores que están viviendo y sintiendo las emociones de los personajes. No se trata de un narrador recordando una experiencia vivida: es un personaje que, al igual que el lector, se mantiene a la espera de lo que va a suceder. Esto también puede lograrse a través de una narración en pasado, pero el tiempo presente nos da la idea de que las situaciones están ocurriendo en este momento.

AJE: Escribimos para leernos a nosotros mismos, para conocer la manera en que suena el mundo. En tu proceso de escritura, ¿cómo funciona ese leerse y conocer el sonido del mundo desde la perspectiva de tus personajes?

CMM: Escribimos para leernos y conocer el mundo, y también escribimos para vivir otras vidas a través de los personajes y tratar de entender por qué ellos (nosotros) actuarían (actuaríamos) de cierta manera en distintas situaciones.

En mi proceso creativo, la escritura me ayuda a tratar de responder las preguntas que me dan vueltas en la cabeza y solo me dejan tranquilo cuando las escribo en forma de historias. En Al final, el océano me interesaba hablar sobre la incertidumbre que queda después de la desaparición del ser amado y en el duelo suspendido que se da cuando no hay un cuerpo que sirva de prueba para saber que perdimos a alguien. En Alas para lanzarme de un puente y volar quise explorar el deseo de varios jóvenes que están despertando o viviendo sus primeras experiencias sexuales y lo doloroso que puede resultar un enamoramiento, sobre todo cuando no es correspondido. El deseo y el enamoramiento, más que el amor, muchas veces nos llevan a actuar de forma irracional y quería explorar esto a través de la construcción del amor que cada uno de los personajes tiene en su mente.

AJE: Además del instante, otro elemento fundamental en tu libro de cuentos es el estremecimiento; no solo el de los personajes, sino el del lector, que se ve alterado y conmovido por la vulnerabilidad y el deseo. Entendiendo la escritura como una herida, como un corte en las apariencias y la tradición, ¿cómo observas —desde tu herida como escritor— el dolor y el estremecimiento dentro del universo masculino, homoerótico y homoafectivo que has construido?

CMM: Creo que la mayor herida que puedo ver en el universo de estos hombres es el miedo a expresar sus sentimientos románticos en voz alta. En cuentos como “Leo” o “Impronunciable” hay una lucha interna de los narradores frente a sus emociones. Están asustados por la atracción que sienten hacia otros personajes y ven en el silencio el mejor escudo, una forma de esconderse para no ser rechazados. Este temor también responde a la postura que puede tener una institución como la familia, o la iglesia, frente al deseo homosexual. En otras historias como “A oscuras” y “Retratos familiares” hay una búsqueda casi desesperada del amor, que quizás se deba al miedo a la soledad de los personajes, y puede contrastarse con los encuentros fugaces que viven los protagonistas de “Música para el tarot” y “Canción de carnaval”. Veo a los protagonistas de este libro como jóvenes inexpertos con una idea muy romántica del amor, que tratan de entender sus sentimientos de la mano de hombres más adultos que no necesariamente tendrán las respuestas que ellos están buscando.

Cada uno de los relatos de Alas para lanzarme de un puente y volar está acompañado de ilustraciones realizadas por el artista Iván Berrío. Compartimos aquí las que corresponden a los relatos «Guerrilleros» y «Música para el tarot».

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AJE: Tanto tu forma de narrar como algunas de las intertextualidades presentes en tu obra me conectan con proyectos escriturales como los de Marguerite Duras, Annie Ernaux y Cristina Peri Rossi, con sus narradores que solo pueden hablar y escribir sobre sus pasiones. También me hacen pensar en autores como Pablo Pérez, con su autobiografía Un año sin amor (1998) —que luego fue una película—; Reinaldo Arenas con Antes de que anochezca (1992) y Pedro Lemebel en Tengo miedo torero (2001). ¿Cuál y cómo es tu relación con este canon homoerótico y femenino de la autoficción?

CMM: Cumbres borrascosas de Emily Brönte fue una de las primeras lecturas que despertó mi interés por ahondar en los sentimientos relacionados con el enamoramiento, pero llegar a El amante de Marguerite Duras ha sido una de las experiencias literarias más importantes para mí. La forma de describir la pasión de la protagonista, los cambios de narradora, la estructura de la historia… todo en esa novela me parece genial.

No sé si Valeria Luiselli podría enmarcarse en el canon femenino de la autoficción, pero sus obras Los ingrávidos y Desierto sonoro, construidas de manera fragmentaria, están entre mis favoritas. Por alguna razón, también acabo de pensar en Lana del Rey y sus canciones Videogames, Love song y White dress, que son cantos tristes al amor.  

Entre las obras del canon homoerótico que más me gustan están Llámame por tu nombre de André Aciman, El beso de la mujer araña de Manuel Puig, Un beso de Dick de Fernando Molano, muchas de las crónicas de Pedro Lemebel y Un mundo huérfano de Giuseppe Caputo. Pero Jaime Manrique es el autor que más me ha impactado. Leerlo y leerme en sus historias ha sido algo casi mágico. Me sorprende lo mucho que tardé en conocer sus novelas Luna latina en Manhattan, El cadáver de papá y Nuestras vidas son los ríos, a pesar de que él también es de Barranquilla.

AJE: Volviendo a la idea de la pasión, con su estupor y su suspensión del juicio moral, y pensando en el libro de relatos que publicaste este año con la editorial Escarabajo: ¿Cómo fue para ti recrear estos dos estados, la pasión y el estupor, desde la perspectiva de un escritor colombiano y caribeño diverso?

CMM: Encarnar a los personajes y tratar de entender sus deseos, sus temores e inseguridades ha sido un aprendizaje. Al escribir estas historias disfruté abordando la relación entre la pasión y lo prohibido, como la atracción incestuosa que siente el protagonista del cuento “Alas para lanzarme de un puente” por su hermano mayor o los otros cuentos en los que se sugiere una fijación de los personajes por hombres que les recuerdan a sus papás.

Ha sido interesante situar a los personajes en escenarios donde sus sentimientos pueden verse reprimidos. Como en “El baile”, por ejemplo, donde un grupo armado condena a muerte las relaciones homosexuales. Pero el deseo es superior al terror impuesto y el protagonista logra expresar su pasión hacia Fabián, un combatiente. O “A oscuras”, donde los prejuicios y la religión marcan la pérdida del protagonista. 

Aunque en muchos de los cuentos no se menciona el lugar en el que se desarrolla la historia, los rastros del Caribe están presentes en distintos apartes del libro. “Música para el tarot”, que transcurre en Nueva Orleans, es el único relato situado en otro escenario.

AJE: Una cosa es hablar del tema de manera distante, y otra es crear-se como persona, amante y artista desde la imposición de la invisibilidad; o, como lo decía Carlos Pellicer, desde la urgencia de “que se cierre esa puerta que no me deja estar a solas con tus besos” para poder nombrar nuestras pasiones por esxs otrxs en un contexto marcado por el conflicto armado y la violencia patriarcal. Según tu lectura del canon queer de América Latina y el mundo, ¿cuáles serían para ti las diferencias y los grandes retos de escribir sobre pasiones homosexuales desde el Caribe colombiano?

CMM: El principal reto es construir personajes cuyas emociones resulten auténticas, que los lectores puedan identificarse con ellos o entiendan el origen de sus pasiones. Los lectores, y yo mismo como autor, nos convertimos casi que en voyeristas de estos jóvenes que están explorando sus deseos homosexuales en un Caribe que puede resultar asfixiante para ellos, como el protagonista que se ve obligado a regresar a Barranquilla para asistir al funeral de su hermano. Desde el inicio del cuento se puede percibir su antipatía por la ciudad, un lugar que le resulta muy machista y del cual quiere huir.

Hay un recuerdo de mi infancia que sirvió como punto de partida para esta historia, y que es muy parecido a un recuerdo del narrador. Estoy en un desfile del carnaval. No debo tener más de ocho años. Mi papá señala a unas bailarinas vestidas con trajes brillantes que están frente a nosotros. Me pregunta cuál me gusta más. Yo elijo a una. Él se ríe y las otras personas también se ríen. Más tarde mi tío y mis hermanos siguen burlándose. No entiendo el chiste. Alguien me explica que yo no elegí a una mujer sino a un hombre vestido de mujer. Lo que más me marcó fueron las carcajadas.

AJE: En M. Butterfly de David Cronenberg (1993), René Gallimard es calcinado por su deseo hacia una diva de la ópera que en realidad termina siendo un espía de la Revolución China. Por su amor a Molina, Valentín sacrifica su vida inmediatamente después de salir de la cárcel en El beso de la mujer araña (1976), de Puig. Estos son algunos de los ejemplos que se me vienen a la mente al pensar en los padecimientos del deseo y el amor masculino como llamadas suicidas en suspensión frente al tiempo (sin contar La balada de la cárcel de Reading, de Oscar Wilde). Mi pregunta es: ¿Por qué elegiste para tu novela un personaje femenino? ¿Por qué no optaste por el padecimiento queer de un hombre que se consume en la espera por su amado frente al mar?

CMM: Al final, el océano nació con una imagen. La de una mujer en una canoa, en un mar interminable. Cuando imaginé esa escena supe que un personaje femenino sería la protagonista de esta historia. Al imaginar a los personajes, me gusta mantenerme fiel a ese primer momento en el que los conozco, aunque luego, durante la escritura, algunos aspectos de sus motivaciones y su personalidad puedan distanciarse de la idea que tenía en mente al inicio. Recuerdo que durante mi lectura de la Odisea, más que las aventuras de Ulises me interesaron los apartes que describían la vida de Penélope. Por ese interés, en Al final, el océano quise centrarme en el personaje femenino y cómo su vida continuaba mientras el otro personaje estaba de viaje.

La historia de Al final, el océano estuvo dándome vueltas en la cabeza por varios años. Al principio escribí varios cuentos en los que traté de explorar la vida de la Narradora y el Capi, pero no se acercaban a lo que quería contar y que finalmente logré con la novela, que empecé a escribir en una sala de espera con la canción Suzanne de Leonard Cohen en la cabeza.

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César Mora Moreau (Barranquilla, 1995). Escritor, comunicador social y periodista. Autor de las novelas Siempre nos quedará Bogotá (finalista en 2018 del Premio Nacional de Novela Corta, concurso organizado por la Universidad Javeriana) y Al final, el océano (2019, Ediciones Exilio), la cual ocupó el primer lugar en el Premio de Novela Distrito de Barranquilla. 
Su libro de cuentos Alas para lanzarme de un puente y volar (2021, Escarabajo) fue ganador del Portafolio de Estímulos 2020 de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla en la modalidad de Narrativa.

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