entrevista a Bertha C. Ramos

Escritora de minificción, fotógrafa y columnista.  Autora del libro de relatos Palabras pesadas (2019).

Aluvión: Imaginándote desde la posición del lector(a), ¿cómo presentarías la obra Palabras Pesadas? Por otro lado, como su autora, cuéntanos de dónde viene el título.

Bertha C. Ramos: Si Palabras Pesadas cayera en mis manos desprevenidamente, quizá diría que el libro es un juego despiadado de la autora con la palabra y la imagen en un intento decidido por acercarse, mediante la ironía, el sarcasmo y el humor, a situaciones dramáticas que palpitan en las escenas de la vida cotidiana revestidas de trivialidad. Es un libro de detalles, una suerte de zoom dispuesto a captar lo que no vemos a simple vista. Con la recreación de tales escenas, tan fuertes como efímeras, hay en Palabras Pesadas una exposición de los entresijos humanos focalizada en las acciones puntuales de estos personajes casi anónimos que pueblan los relatos, y que provocan en el lector una reacción instintiva involucrándolo hasta llevarlo a revisar su propia realidad. Es la posibilidad de examinar un sinfín de circunstancias que molestan y que aceptamos como normales, evidenciarlas, resignificarlas hasta hacerlas adquirir matices sorprendentes que conduzcan a una toma de conciencia súbita y reveladora, a esa especie de iluminación que, en un ser humano perplejo, puede suscitar una respuesta. De ahí en adelante está en manos del lector lo que suceda.

El título del libro fue tomado de un blog que alimento y me alimenta desde hace varios años. “Palabras Pesadas”, el blog, ha ido recogiendo mi feliz encuentro con la brevedad que, en mi caso, es la manera en que puedo conectarme conmigo misma y con el mundo. Por supuesto, la brevedad no puede ser liviana; se puede escoger la brevedad como un estilo de escritura, pero solo cumplirá sus objetivos con excelencia si obedece a una percepción del mundo por parte del escritor.

Aluvión: Desde tu propia experiencia, ¿cómo ha sido escribir en Barranquilla siendo mujer? ¿Crees que hay diferencias entre los retos a los que se enfrentan las mujeres escritoras y aquellos a los que deben hacer frente nuestros colegas hombres? A su vez, ¿crees que hay alguna relación entre los movimientos feministas y las contundentes críticas sociales que se esbozan en Palabras Pesadas?

B. C. R.: Yo no me he planteado mucho esa circunstancia. Sin embargo, sí existen diferencias entre los retos a que se enfrentan las mujeres y los hombres escritores; y existen porque somos distintos. Nuestra interpretación del mundo, nuestras palabras, nuestra sensibilidad, son diferentes. Nuestras preguntas toman caminos disímiles en busca de respuestas. Nuestros objetivos pueden coincidir, pero hombres y mujeres tenemos métodos distintos para cumplirlos. Ir más allá de esa diferencia también representa un reto enorme para los escritores hombres. Como en la historia de la Caperucita Roja, ellos van conforme a un plan que se han trazado, la realidad para un escritor usualmente está enmarcada en una ideología patriarcal de la que le es difícil escapar. Entre tanto, en el modelo de identidad en que nos hemos construido las mujeres, nos agenciamos el derecho a tomar atajos, a dudar, a equivocarnos; como en la Caperucita Roja, una circunstancia inesperada nos hace cambiar de planes y en ese azar descubrimos cosas en ocasiones vedadas a los hombres. Uno de los grandes retos para las mujeres escritoras es ser coherentes con esa esencia femenina plena de matices asombrosos, y asumirla despojándose de estereotipos y prejuicios. Lógicamente para lograrlo hay que trasgredir ese modelo de identidad en cuya construcción, simbólica y cultural, seguimos estando relegadas. Quizá en estas circunstancias la fuerza de la palabra femenina puede llegar a derribar de manera natural los fortines en que a veces ellos intentan protegerse mutuamente. Porque si algo motiva a los hombres a establecer alianzas es la amenaza, y de ello no se libran los escritores.

Por otra parte, tampoco me he concebido nunca como una voz que pretende reivindicar los derechos de la mujer. Pero el malestar está ahí, en la sociedad, en la cotidianidad de cada mujer. Ahora bien, si en un momento de la historia para las mujeres fue imperioso recurrir a “la lucha” para acceder a un lugar más justo, creo que ese tiempo quedó atrás. Sin duda hay aún muchas desigualdades e iniquidades, pero en la sola idea de seguir “luchando” hay una especie de resignación. Hay que cambiar el chip. Es dejar de ser Caperucita, salir de ese estado pueril convertidas en Caperuzas, mujeres advertidas y capaces de tomar decisiones correctas.  Darle la vuelta a la arepa. Y ser lo que haya que ser; hacer lo que haya que hacer, así sea freír espárragos.

Aluvión: La mirada y la escritura. ¿Cómo es para ti mirar el mundo desde los ritmos del Caribe? Por otro lado, ¿qué relación hay entre tu obra literaria y tu afición como fotógrafa?

B. C. R.: Como tantas otras cosas, la mirada de un ser humano se estructura en el territorio de la infancia. De ahí que esa marca sea ineludible. En mi caso es algo natural, no podría mirar el mundo de otra forma. Regreso a esas regiones primigenias en cada palabra, en su carga simbólica, en su cadencia particular. Ese ritmo algunas veces se me impone, a mi pesar; otras tantas lo busco, lo utilizo, lo preciso para ayudarme a expresar lo que intento descifrar.

En cuanto a la fotografía, es otra manera de asumir la brevedad. La imagen es, para mí, como alguien diría del kõan “una enorme visión minúscula de la realidad”. La imagen es también una narración de una brevedad extrema que a veces puede prescindir del narrador o los personajes y, sin embargo, permite que el espectador construya una historia perfectamente. Tanto en la escritura, como en la fotografía, mi mirada tiene un efecto de zoom, siento una atracción instintiva por esas zonas un poco fuera de foco donde vibran los detalles esenciales.

Aluvión: Fueron muchos los años que transcurrieron desde que comenzaste a escribir tu blog y publicar tus columnas en El Heraldo, hasta que en 2019 tuviera lugar la publicación de Palabras Pesadas. ¿Qué te movió a tomar esta decisión? ¿Cómo fue la historia de elaboración, selección y edición del libro?

B. C. R.: Debo decir que no me moví, sino que me movieron. Hay algunos escritores que profesan el oficio con el fin de publicar. Para otros es apenas una idea que acarician secretamente. Yo escribo desde siempre. Al principio cifraba historias en la memoria, en la niñez exploré con la oralidad, en la juventud experimenté con la poesía y, años después, a los tres los reencontré en la brevedad. Pero nunca tuve afán por publicar. La propuesta llegó por parte de Farides Lugo y Bettsy Tapias, a quienes “el ansia de libertad estética y cimarronería” llevarían a fundar con Palabras Pesadas Mackandal Ediciones, un espacio editorial independiente que resalte, como ellas anotarían, “por sus altos estándares curatoriales y genere una posibilidad de publicación local con distribución nacional para los escritores de la región Caribe”. Una empresa tan valiosa como difícil que se dio a la tarea de seleccionar y publicar hermosamente los cuarenta relatos que conforman Palabras Pesadas.

Aluvión: Si tu libro fuera un edificio y tuvieras que echar el cuento al lector(a) sobre los personajes que viven en él, ¿qué les diría esta mirona? ¿Qué crees que hace seductores o interesantes a estos personajes? Y, ¿cuál crees que es el papel o la función de la ironía en tu obra?

B. C. R.: Ante todo, que esta mirona se busca en los personajes, y, por fortuna, se encuentra. Palabras Pesadas es un universo habitado por la misma clase de inquilinos que habitan a un escritor y a cualquier lector, y cuando esos inquilinos se asoman por las ventanas y exhiben sus vicios, su ignorancia, sus veleidades y simplezas, especialmente su manera particular de gastarse la vida, las ventanas son espejos. El poder de seducción que tengan los personajes, o el interés que pudieran despertar, es semejante al que uno siente por sí mismo frente al espejo del baño, porque siempre nos topamos con un ser desconocido del que, sin embargo, algo sabemos. Son encuentros efímeros con ese individuo heroico, indefinido, temeroso, contradicho que anida en nuestro interior, y que es un maestro en obligarse a fabricar los infinitos semblantes que le exige sostener la ficción en que ha enmarcado su existencia. La ironía es una de las formas posibles de encararlo, de encarar una verdad particular que cuesta reconocer, pero al mismo tiempo de exponer una verdad colectiva en la que abundan el engaño, la ambición, la desigualdad social, la intolerancia racial, cultural y religiosa, la injusticia y la discriminación. Es una forma de suavizar la crudeza de lo dicho. El humor, la ironía y el sarcasmo, permiten acercarse con un poco de indulgencia a lo indecible.

 

Enlace al blog «Palabras Pesadas», de Bertha C. Ramos: https://palabraspesadas-bcr.blogspot.com/

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Esta entrevista se realizó gracias a la Beca de Crítica Cultural y Creativa 2020, ofrecida por el Ministerio de Cultura (Colombia). Aluvión fue uno de los proyectos ganadores de la mencionada beca.

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