La piel sigue siendo abismo: Conversación con Laura Estrada Márquez

Opinen del futuro
que no se les oye.
Digan niña y vean cómo me crece el bigote.
– Fragmento del poema «Estados futuros».

Laura Estrada Márquez nació en Barranquilla a comienzos de los años noventa y vivió una infancia marcada por las rupturas y las mudanzas. Cada cierto tiempo, su familia se trasladaba a una casa distinta, y a ella le correspondía adaptarse a las atmósferas y lenguajes del nuevo espacio. A los once años, se mudó con su madre a Sevilla, y su adolescencia transcurrió entre fronteras y hemisferios. Como ella misma afirma, “demasiados” han sido los lugares que ha habitado, y demasiados los techos, las literas, las baldosas y las estanterías que guarda en su memoria. Este vivir constantemente acechada por la impermanencia alimentó y moldeó su obsesión por las casas. En sus poemas abundan las metáforas alusivas a lo doméstico y a la desintegración de los hogares.

Su obra también puede entenderse como una exploración y un viaje hacia el cuerpo propio, nuestra casa primordial. En contra de las estéticas hegemónicas que durante siglos han idealizado el cuerpo femenino, Estrada Márquez se compromete con una poética de la descomposición: flacidez, gordura, suciedad. Ella presenta la carne humana en toda su fragilidad y belleza. Al igual que las casas a través de las que recorremos su memoria infantil, los cuerpos que aparecen en sus poemas son lugares en los que coexisten el florecimiento y la ruina.

Hace algunos meses tuve la oportunidad de conversar con Laura sobre su poemario Patios interiores (2021), una obra bellísima y transdisciplinar, que nos confronta con todas las rupturas (culturales, afectivas, identitarias) que experimentamos a lo largo del doloroso proceso de devenir “adultas”. Este libro, publicado en Pamplona por la Editorial Graviola (un sello que se dedica a divulgar voces de autoras y autores latinoamericanos en España), fue ilustrado por la artista peruana Jimena Núñez y llevado a la gran pantalla por el realizador español David Serón. La pluralidad e hibridez que caracterizan a su autora se ve reflejada en la constelación artística que Graviola construyó para Patios interiores: un libro en el que confluyen los registros tradicionales del formato escrito con toda la potencia del dibujo y la imagen en movimiento.

Durante nuestro encuentro, conversamos sobre el proceso de creación y escritura que hizo posible este poemario; sobre las preguntas alrededor del “pertenecer” a una casa y a un territorio; la infancia como fantasma; los imaginarios geográficos con los que dialogó su memoria a la hora de escribir el libro; la imbricación de las lenguas y los acentos en sus textos; el cansancio crónico como síntoma de un planeta enfermo; su rol como fanzinera y activista política; y la forma sutil en la que aborda el erotismo intrafamiliar en su poesía. Deseo que esta breve aproximación al universo de una autora tan deslumbrante como oscura, sea para ustedes una invitación a explorar los rincones de estos Patios interiores.

Tawny Moreno Baloco
A la izquierda: portada del poemario Patios interiores (Graviola, 2021). A la derecha: retrato de la escritora Laura Estrada Márquez.

Las y los lectores interesados en adquirir el libro en su versión física (España) o en cualquiera de sus versiones digitales (Kindle o .EPUB disponibles desde cualquier lugar del mundo) pueden comprarlo aquí.

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Tawny Moreno Baloco: Para comenzar, hablemos sobre el proceso de escritura. ¿Cómo germinaron en ti los poemas que componen Patios interiores? ¿Se trataba de poemas sueltos que se fueron acumulando y que eventualmente seleccionaste y puliste, o desde el principio te habías propuesto construir un libro?

Laura Estrada Márquez: Llevo muchos años dedicándome a escribir poesía y he publicado algunos textos en antologías, revistas y en mis redes sociales (Instagram).  Como poeta y como fanzinera dicto talleres con cierta frecuencia, y me gusta participar activamente en los recitales y demás eventos culturales. El ejercicio poético está presente en todas las cosas que hago: es parte de mi vida y de mi mirada. Sin embargo, hasta el 2021 no había publicado “un libro” como tal.

El proyecto de Patios interiores surgió por iniciativa de Virgilio González Briceño, Daniel Franco y Abraham Valera, fundadores de la editorial Graviola. Ellos me contactaron y me dijeron que les gustaba mucho mi trabajo, los “temas” que exploro y mi forma de abordar la poesía. Dijeron que querían publicar un poemario mío. Por supuesto, acepté la invitación, pues sentí que el proceso de creación y edición del libro se llevaría a cabo de forma orgánica y natural. Graviola realmente quería publicar algo que yo ya venía cocinando desde hacía un tiempo, y no me impusieron temas o proyectos estéticos ajenos. La idea era organizar, afinar y pulir un material que, en parte, yo ya tenía trabajado. Los editores fueron sumamente flexibles y abiertos: me dieron mucha libertad para crear. Y yo necesito esa libertad… pues soy una persona un poco desordenada, así que las estructuras demasiado rígidas me desconcentran y me castran. Después de algunas reuniones, acordamos unos tiempos de trabajo que se ajustaban a mis ritmos, y yo comencé a dedicarme de lleno a la escritura y confección del poemario.

Muchos de los poemas que aparecen en Patios interiores ya existían como borradores en mis cuadernos y archivos. Otros textos sí fueron escritos específicamente para este poemario. Todo el proceso de escritura me tomó, más o menos, un año. Cuando tuve “listo” el borrador completo del libro, con sus 23 poemas, comenzó el trabajo de revisión y organización con el editor. Trabajar con Virgilio fue maravilloso, pues junto a él pude explorar los textos, observar cómo iban evolucionando, y ensayar distintas estructuras posibles. Siento que este poemario, y mi obra en general, es una celebración de la poesía como acto colectivo y colaborativo.

También pandémico, pues Graviola me hizo la propuesta un poco antes de que reventara la COVID. Durante los primeros meses de encierro el proyecto quedó en pausa, pero yo durante la pandemia escribí muchísimo, y logré darle varias vueltas a esos esqueletos y borradores que antes mencionaba. Y es que yo escribo así: muy intuitivamente. Yo tengo una idea y necesito irla desarrollando de a poco, escuchando siempre mis tiempos orgánicos. No es, necesariamente, un trabajo de todos los días. No soy una escritora excesivamente “disciplinada”. Yo voy escuchando mis propios ritmos, y trabajo aquellos días en los que el cuerpo me lo pide. Entonces tomo muchas notas (¡lleno la casa de notas!), escribo mil papelitos y, cuando llega el momento propicio, armo esqueletos a partir de todas esas ideas y fragmentos.

Tawny Moreno Baloco:

Debajo de esta escombrera
hay una pequeña cicatriz,
un corte,
un fragmento
de una casa dividida en hemisferios.
Fragmento del poema “Casa en obras”, de Laura Estrada Márquez.

Es evidente que la casa y las preguntas alrededor del “pertenecer” están en el centro de este poemario. Baldosas afiladas, plantas invasivas, sillas de plástico al sol y un techo a punto de caerse acechan nuestros Patios interiores. Al ser una escritora que desde muy joven ha vivido “dividida entre hemisferios”, ¿cómo fue para ti este proceso de exploración y problematización de la casa y sus metáforas?

Laura Estrada Márquez: Pienso que la casa y la infancia son el corazón de este libro. Mi historia familiar, al igual que mi vida en general, ha estado marcada por los viajes, las mudanzas y la migración. Desde niña he tenido que hacerle frente a los cambios drásticos y repentinos, a cierta sensación de inestabilidad.  Podríamos decir que tengo y he tenido una familia muy poco convencional. Cuando empecé a escribir y a interesarme por el arte, me di cuenta de que había “temáticas”, tropos e imágenes a los que volvía una y otra vez, metáforas que atravesaban constantemente mis exploraciones creativas. Con frecuencia me topaba con sentimientos, sensaciones y recuerdos de mi infancia y de las casas que habité. Estos recuerdos, además, me resultaban un poco alocados: sin duda, han sido un material bastante rico y maleable a la hora de escribir. ¡Ojalá tuviera más herramientas para plasmar en palabras aquellas escenas de mi infancia!

La casa y la infancia son conceptos que, a nivel literario, me resultan sumamente atractivos. La infancia, por ejemplo, es una suerte de fantasma. Es algo que ya no existe, un conjunto de retazos y fragmentos de algo que pasó. Es un collage de imágenes mentales. Y lo único que podemos hacer los adultos es escarbar esos recuerdos y compartirlos con otros para crear una especie de historia común. Muchas veces uno cuenta alguna anécdota de infancia y las demás personas comienzan a recordar su pasado y a formar entre todos una espiral de memorias. Cuando leemos o escuchamos historias sobre la infancia, revivimos nuestros propios recuerdos. En mi vida y en mi obra la memoria de la infancia está siempre presente; no es algo que yo haya decidido de manera consciente, simplemente sucede. Y claro, necesitaba hablar sobre todo eso, y sobre las casas en las que se desarrolló mi niñez. La casa es otra de mis obsesiones literarias: me fascina explorar poéticamente los espacios que hemos habitado, los lugares de donde venimos. Además, las casas y sus atmósferas son increíblemente ricas, tanto por las relaciones afectivas que allí se construyen como por la infinidad de objetos y símbolos que las pueblan. Y siento que en el Caribe el tema de la casa está muy presente… con toda esa exuberancia de las puertas y ventanas abiertas, las habitaciones amplias y esa luz que lo devora todo.

Tawny Moreno Baloco: Ya que recreas aquí algunas imágenes de esas casas caribeñas que marcaron tu infancia, me gustaría que conversáramos sobre las geografías que atraviesan Patios interiores. Te confieso que no pude identificar “dónde” estaban sucediendo algunos de los textos que componen el poemario. Incluso, piezas como “Abejas” o “Estancia vacacional” me hicieron pensar que, tal vez, los “paisajes” que componen la geografía de Patios interiores son una especie de collage, un conjunto de retazos que provienen de diversas latitudes. ¿Con qué imaginarios geográficos estaba dialogando tu memoria a la hora de escribir estos poemas?

Laura Estrada Márquez: Me encanta esta pregunta, pues creo que esa confusión que tú experimentaste da cuenta de mi propia historia de migración y de creación artística. Antes de aterrizar sobre Patios interiores, me gustaría contarte una anécdota. Cuando yo tenía 18 o 19 años, abrí una cuenta de Twitter, y empecé a escribir todas las locuras que se me pasaban por la cabeza. Al poco tiempo, tenía ya muchísimos seguidores y lectores. El formato de Twitter me permitía explorar con otros algunas preguntas que para mí eran importantes en aquel entonces. Sin embargo, como yo me movía entre Colombia y España, en determinado momento tuve una especie de “crisis de identidad”, y comencé a sentir que no encajaba en ningún lugar. No sabía bien qué palabras usar. Digamos que estaba muy preocupada por hablar de una forma “colombiana” o por asumir un lenguaje más bien “español”. En algún punto me aburrí del formato, cerré mi cuenta de Twitter y no me convertí en una tuitera famosa [Risas]. Lo importante es que con el tiempo me di cuenta de que esa manera de clasificar mi propia lengua, en blanco o negro, se había convertido en una suerte de cárcel auto-impuesta, una exigencia que entorpecía mi escritura y que me impedía explorar las posibilidades de la hibridez.

Entonces, volviendo a tu pregunta, podríamos decir que los paisajes que componen Patios interiores pertenecen a una Atlántida, un mundo intermedio que sólo existe en mi lenguaje y en mi experiencia. A propósito de este asunto me parece clave mencionar que, de no ser porque los tres editores de Graviola son todos latinoamericanos, el poemario no habría podido germinar y crecer de la manera tan libre y natural como se dio. Incluso, el encuentro y las conversaciones con ellos fueron sumamente enriquecedores para mí, pues Virgilio, Daniel y Abraham llevan mucho menos tiempo en España que yo, y tienen los ritmos del lenguaje coloquial menos “españolizados”. Así que trabajar con ellos supuso una oportunidad para encontrarme con registros y expresiones que hacían parte del paisaje sonoro de mi infancia en Colombia.

El poema “Estancia vacacional” es un caso curioso, pues lo escribí pensando en el pueblo en que vivía mi mamá hasta hace muy poco. Es un pequeño pueblo de Cataluña. Y ese poema en particular ha sido importante para mí porque allí quise problematizar mi relación con ella y con los lugares que hemos habitado juntas; especialmente, esa casa en la que ella vivía y a la que yo iba a pasar vacaciones. Pero, claro, por más que viviera en Cataluña mi mamá es una mamá “colombiana” (sea lo que eso sea), y nuestra relación madre e hija está atravesada por cierta manera “colombiana” de experimentar los afectos. Una colombianidad que, además, está marcada por la experiencia conjunta de la migración familiar. Así que, aunque la casa a la que apela el poema sea una casa “catalana”, mi conexión con ese espacio y las palabras que uso para nombrarlo vienen de otra parte. Es una emocionalidad moldeada por el desarraigo y por las relaciones que se generan cuando una familia tiene que irse de su “lugar de origen” para rehacer su vida en un país nuevo.

Collage inspirado en un verso del poema «Rituales», de Laura Estrada Márquez.

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Tawny Moreno Baloco: Ya que traes a colación nociones como “hibridez” y “mundos intermedios”, me gustaría que ahondáramos en los fragmentos que componen esa particular forma de hablar, tan “tuya”, que se despliega en Patios interiores.

Mencionaste hace un momento que, en tu lengua y en tu escritura, se entremezclan constantemente ritmos y expresiones tanto colombianas como españolas. El “tendero cachaco” se mueve a través de la “calzada romana” y su traqueteo en poemas como “Estados futuros”. Pero pienso ahora que en tu obra el inglés aparece como una tercera fuerza que viene a moldear y trastocar las dinámicas de la lengua. Patios interiores es una obra completamente salpicada por frases, referencias y palabras que provienen del inglés, y que además se introducen en tu escritura con una naturalidad que da cuenta de tu propio bilingüismo. Cuéntame, ¿cómo percibes todos estos movimientos de la lengua que se dan en el poemario? ¿Cómo es tu relación con el inglés a la hora de escribir?

Laura Estrada Márquez: La escena que inspiró el poema “Estados futuros” es un poco graciosa. La calzada romana, por supuesto, es ese tipo de camino sumamente fastidioso de transitar que uno encuentra en algunas de las ciudades europeas que formaron parte del Imperio Romano. Por otro lado, aparecen en el poema dos vendedores de cerveza que, curiosamente, son ambos bogotanos (como los “tenderos cachacos” que observamos en Barranquilla). El caso es que yo estaba reunida en casa con mis amigas y necesitábamos más cerveza. Como todas somos latinas, nos preguntamos si sería posible que nos hicieran llegar la cerveza a la casa (costumbre que aquí en Sevilla no existe en lo absoluto). Así que llamé al local y quien me contestó fue un tendero cachaco. Yo le pregunto, en mi latinidad confianzuda: “Oye, ¿será que nos traes cuatro cervezas?”, y él me contesta: “Por cuatro no voy, mami, pero te llevo seis”. Ese tipo de situaciones me fascinan. Me encanta ver cómo se condensan en diálogos tan sencillos dinámicas sociales que son más bien complejas.  Me interesa construir imágenes simples (y a veces ridículas), que a la vez den cuenta de una realidad dolorosa, dura, difícil.

Con relación al inglés: yo creo que nuestra generación, y la atmósfera global en la que hemos crecido, está increíblemente marcada por la cultura gringa. Siento que esto es particularmente fuerte en el caso de América Latina. La mayoría de contenidos culturales que consumimos se producen en inglés, y para mí ha sido importante explorar esa situación en mis procesos creativos. También sé que hay excesos que pueden resultar fastidiosos y que pueden leerse como imposturas. Pero a mí me interesa reaccionar frente a ciertos movimientos literarios que, sobre todo en España, operan como “policías de la lengua” y pretenden mantener un ingenuo “purismo” del castellano. Entonces, en la medida en que resulte “natural” para mí, prefiero no traducir una cita de Sylvia Plath o las numerosas expresiones gringas que salpican mi hablar cotidiano. Ahora, cuando hemos realizado talleres o actividades con grupos grandes, siempre procuro contextualizar y estar atenta a las posibilidades del público, pues tampoco pienso que todo el mundo “debe” entender y “dominar” el inglés que estoy utilizando.

Tawny Moreno Baloco: Me gusta que pongas sobre la mesa algunas reflexiones acerca de la hibridez que atraviesa nuestra generación. Una hibridez que permea la construcción de nuestras identidades (“nacionales”, lingüísticas, sexuales) y la manera en que comprendemos el arte y la literatura.

A propósito de esta fluctuabilidad millennial, quisiera preguntarte por piezas como “Arqueología del cuerpo” y “Perritos domésticos”. El cansancio y la tristeza que allí presentas me resultaron casi sintomáticos de una generación que con frecuencia idealiza las dinámicas rurales y añora una vida menos ruidosa, menos veloz, menos “hiperconectada”. Además, en el caso específico de “Perritos domésticos”, me divertí muchísimo con el humor y la sátira que construyes a la hora de hablar de nuestras anheladas eco-aldeas zero waste. ¿Cómo fue tu experiencia a la hora de escribir y problematizar emociones como la angustia, la tristeza y el desamparo? ¿Piensas que la presencia tan viva de este tipo de sentimientos a lo largo del poemario obedece a una suerte de “atmósfera emocional” de nuestra época?

Laura Estrada Márquez: Sí, totalmente. El hecho de que tú lo leas, y que de alguna manera te sientas interpelada, me resulta muy diciente, aun cuando no experimentemos la angustia o la depresión de la misma manera o con la misma intensidad. Yo confieso que me encanta la escritura “generacional”, y me interesa mucho el trabajo de mis contemporánexs.

“Perritos domésticos” es una sátira, por supuesto. Allí quise jugar y burlarme un poco de esa romantización en la que algunos hemos caído y que, de una u otra manera, responde al cansancio crónico en el que estamos sumidos. Yo actualmente vivo en un barrio joven y bohemio de Sevilla, y observo que algunas personas pierden la cabeza con las tendencias del zero waste o lo vegan. Terminan volviéndose unos dictadores en nombre de la “ecología”. Pienso que detrás de esa intransigencia hay búsquedas y problemas emocionales sumamente profundos. Quizás nadie quiere complicarse tanto la vida. Si nuestra búsqueda por el bienestar personal y colectivo se acompaña de estrategias que reduzcan nuestra huella ambiental: maravilloso. Pero la comida “orgánica” y los cepillos de bambú no son en sí mismos soluciones para nuestros problemas afectivos.

Otra escena que me resulta graciosa tiene que ver con esos fines de semana en los que asistimos a eventos culturales, galerías, ferias y demás, y nos maravillamos con nuestras creaciones y las de nuestros amigxs, y sentimos que estamos realizando trabajos importantísimos. Pero luego llegamos a nuestras casas y nos acecha el vacío: la sensación de que nada de lo que hacemos tiene sentido. Creo que estas experiencias no son sólo mías, sino que hacen parte de, como dijiste, una “atmósfera emocional” de nuestra época. Y me gusta jugar con ellas. Aquí ni siquiera me interesaba hacer una crítica, ni una crítica de la crítica… no estaba buscando denunciar nada ni hacer un statement político trascendental. Sólo quería reírme de mí misma.

Tawny Moreno Baloco: Las plataformas de autoedición han sido fundamentales para tus búsquedas creativas. Los poemas-collage que has publicado en fanzines como Ciudad Fragmento (2019) o Don’t eat my flowers (2018) son piezas abiertamente militantes. Y basta con dar una rápida ojeada a tus redes sociales para saber que eres una activista comprometida con las luchas decoloniales, feministas y anti-racistas. Sin embargo, no creo que Patios interiores sea un libro panfletario (en el sentido más hermoso de la palabra).

Como tú misma señalas al final de la última respuesta, en este poemario no entraste a problematizar cuestiones como la xenofobia o la violencia patriarcal desde un tono de denuncia. Por supuesto, hay posiciones e imágenes que pueden ser leídas o interpretadas como gestos de combate. ¡Y con toda razón! Pues la Laura que escribe estos poemas cohabita un cuerpo con la Laura fanzinera. Pero, a mi modo de ver, el activismo no está en el corazón de esta obra.

¿Cómo percibes tú estas diferencias de registro y de tono que hay entre los poemas de Patios interiores y las piezas que compartes en fanzines y en plataformas underground de autogestión?

Laura Estrada Márquez: Recuerdo que una vez le escuché decir a una amiga, quien además es una escritora latinoamericana a la que yo admiro, algo así como: “Ay, recuerdo con cariño mis épocas de fanzines. Pero ahora sí puedo dedicarme a la escritura, pues mi trabajo ha sido acogido por las editoriales”. Yo quedé muy pensativa después de ese comentario. Con los años, he reflexionado mucho sobre el ejercicio fanzinero, y la verdad es que me rehuso a pensar que los fanzines son sólo una “etapa juvenil” o una especie de “proto-escritura”. En mi opinión, el mundo de los fanzines y la autoedición es vastísimo y maravilloso. Es un camino creativo totalmente válido. Y, por supuesto, los diversos activismos siempre han estado cerca de los procesos y las plataformas de autogestión.

Considero que la “edición formal” es simplemente otro registro, otro lenguaje. En algunos casos, incluso, ambos ejercicios son compatibles. Como en Graviola, por ejemplo, una editorial que publica “libros” y que también edita fanzines. Pero es cierto que el mundo callejero de los fanzines siempre va a ser más underground, más oscuro y brutal. Yo adoro trabajar en plataformas de autogestión y hacer fanzines con otros artistas. Y no creo que eso le reste “seriedad” a mi trabajo como “poeta publicada”.

Con relación a la militancia: debo decir que eso fue algo que decidí desde un principio. Tenía claro que no quería escribir un “libro militante”. No me interesaba publicar poemas “explícitamente feministas” que hablaran sobre mis ovarios y la sangre que sale de mi vagina. Realmente quería explorar otros registros, encontrar formas más sutiles para hablar sobre las preguntas que me atraviesan: la infancia, las relaciones amorosas, la pertenencia a un lugar. Incluso, quería abordar cuestiones que se salían de la “esfera militante” en la que normalmente estoy inmersa. También me emocionaba la posibilidad de trabajar los textos de una manera más “ordenada” y “disciplinada”, por decirlo de alguna forma. Por otro lado, entendí que la propuesta editorial tampoco estaba marcada por un fuerte interés político. Así que recibí la invitación de Graviola como una oportunidad para darle un twist a mis procesos creativos.

Collage inspirado en un verso del poema «Morning Views», de Laura Estrada Márquez.

***

Tawny Moreno Baloco: Volvamos a la casa. Y a la niñez. Siento que Patios interiores es un poemario que da cuenta de las numerosas rupturas y quiebres que todos experimentamos al crecer y salir de nuestras casas de infancia. Sin embargo, las relaciones afectivas que construimos en la adultez están marcadas, inevitablemente, por las interacciones que sostuvimos (y sostenemos) con nuestras madres y nuestros padres. También con nuestras abuelas, pues en esta obra la figura de la abuela es central en algunos poemas.

A la hora de escribir los textos, ¿cómo viviste este proceso de problematización de los afectos? Te confieso que hubo poemas, como “Memoria en común”, en los que yo no tenía muy claro a quién le estabas hablando. Intuía que se trataba de tu padre, pero esa mirada “pudorosa” de él hacia tus brazos, o esa alusión a las “ganas esparcidas como pan con mermelada”, me confundían y me hacían pensar en un amante. Quizás se trataba de los dos… y, de alguna manera, allí está sutilmente abordado el tema del erotismo intrafamiliar.

Esta posibilidad interpretativa me fascinó, pues la forma en que conduces los afectos a lo largo del poemario es sumamente delicada, y no tiene nada que ver con esas historias de “incestos consumados” que tanto nos escandalizan. Aquí observamos un erotismo más bien cotidiano, inevitable… del cual, sin embargo, se habla muy poco. ¿Qué piensas tú sobre todo esto?

Laura Estrada Márquez: Me encanta el concepto que introduces: “problematización de los afectos”. Me parece muy acertado. Yo pienso que todos los vínculos afectivos que construimos en la infancia marcan, de una u otra manera, los patrones de relacionamiento que adoptamos en nuestra vida adulta, especialmente en lo que respecta a nuestras parejas sexuales y amorosas. Por supuesto, esto es sumamente conflictivo y delicado, pues la mayoría de nuestros vínculos afectivos iniciales se crean a partir de experiencias medio torcidas. Nadie tiene vidas ideales. Es verdad que algunas personas se acercan un poco más a cierta “normalidad”, o poseen dinámicas familiares relativamente sanas y tranquilas. Pero la mayoría de nosotros estamos atravesados por relaciones bastante tenebrosas, y tenemos que trabajar durante toda nuestra vida para no reproducir algunos comportamientos ni caer en el profundo hoyo de la desolación. A nivel poético, me gusta que se generen esas confusiones, y que no sea tan fácil distinguir a los actores. De alguna manera, eso hace posible que el afecto, el amor y el dolor sean en sí mismos los protagonistas del texto, sin importar de dónde vienen o quién los suscita.

Por otro lado, me parece importante mencionar que, a nivel literario, la amistad y sus dinámicas me resultan fascinantes. No se trata únicamente de los padres y los amantes. Es curioso que, en algunas ocasiones, llegamos a ser conscientes de los patrones y proyecciones que imponemos sobre nuestras parejas y nuestros padres, pero escarbamos muy poco las problemáticas (y hermosas) cadenas de afectos que surgen en la amistad.

Regresando a la cuestión de los padres: confieso que las dinámicas familiares son una especie de fetiche para mí. Como yo tuve un modelo de familia bastante extraño e inusual, siento que nunca he podido entender del todo las dinámicas “saludables” que se pueden generar al interior de una familia “normal”. Cuando estoy cerca de una familia convencional, no tengo claro cómo debo comportarme. Una vez tuve un novio cuyo núcleo familiar era increíblemente amoroso, supportive, paciente y comprensivo. Visitarlos era para mí una suerte de excursión voyerista. Pero claro, yo no crecí en el seno de una familia tan “armónica”. Yo cargo en mi interior un gran sancocho de afectos, y observo que, en ocasiones, esas heridas repercuten sobre mis amigos y mis amores. Quizás, escribo poemas en mi intento por comprender los sentimientos y las emociones que me aquejan de manera tan visceral. A veces, mientras escribo, las palabras operan como máquinas del tiempo y me permiten revivir escenas pasadas que terminan arrojando luz sobre mis confusiones actuales.

La cuestión del erotismo intrafamiliar es muy fuerte. Pero, sin duda, es una dimensión de los afectos que siempre está presente, lo queramos o no. Una vez leí que hay toda una serie de traumas infantiles que, aunque no están realmente relacionados con experiencias sexuales, se codifican en la adultez bajo prácticas y comportamientos sexuales, pues el cerebro encuentra allí una forma de protegerse y lidiar con las heridas del pasado. Creo que, después de leer eso, entendí muchísimas cosas sobre mí misma.

Para que te termines de enloquecer, voy a contarte algunos fragmentos de la historia detrás de “Memoria en común”. Hace varios años usé Tinder por primera vez y allí conocí a un chico de Barcelona con el que empecé a salir durante las vacaciones. Fue una experiencia extraña, y nueva, porque hasta ese entonces mi vida sexual y afectiva era prácticamente nula. Este chico era un poco mayor que yo, era periodista y a mí me parecía que él era la persona más cool del mundo: era el prototipo de artista que yo admiraba y que deseaba ser. Una vez me llevó a un parque de diversiones antiguo y entramos a una atracción que recreaba una especie de circo con magos. Varios años después, cuando ya no estábamos juntos, me envió una postal de aquel parque (el cual actualmente está en ruinas). Y yo empecé a escribir un poema pensando en él, y tratando de rescatar imágenes de aquella experiencia juntos. Por eso arranco diciendo:

Yo no entiendo cuál es la necesidad
de levantar esta carpa de circo
con sus colores desteñidos.

Pero, cuando terminé de escribir el poema, me di cuenta de que ya no tenía casi nada que ver con Xavi, mi ex. “Memoria en común” se había convertido en un poema para mi papá. Y quizás esa mirada pudorosa que aparece en el poema es la mirada masculina, y patriarcal, que inevitablemente se posa sobre las niñas. Así que, por supuesto, las sutilezas del erotismo intrafamiliar están palpitando en mi obra, y te agradezco mucho por haberlo notado, pues creo que hasta ahora nadie me lo había señalado.

Tawny Moreno Baloco: Gracias a ti por compartir esa historia y por el bellísimo poema. Podríamos cerrar nuestra conversación con una pregunta por los referentes que aparecen en Patios interiores. Muchos de los poemas del libro arrancan con epígrafes en los que resuenan las voces de autoras como Lydia Davis, Sylvia Plath, Marosa Di Giorgio y Fátima Vélez Giraldo… todas ellas, mujeres que han problematizado la casa, el cuerpo y los afectos en su escritura. También hay una cita de Log Lady, ese icónico personaje de la serie Twin Peaks. El hecho de que casi todos los epígrafes provengan de voces femeninas me resultó sumamente diciente.

Laura Estrada Márquez: Sé que antes dije que Patios interiores no pretendía ser un libro políticamente comprometido. Sin embargo, con los epígrafes me permití realizar una suerte de guiño feminista, militante. Y también un homenaje a las autoras que me acompañaron en el proceso de escritura y a las que vuelvo constantemente. Por supuesto, allí no están todas… ni todos, porque “yo también leo hombres” [Risas]. Pero quería poner mis referentes sobre la mesa e insertarme en una determinada constelación de escritoras cuyas búsquedas estéticas son, de alguna manera, cercanas a las mías.

Desde hace algunos meses, Laura ha estado trabajando en un libro titulado Paisajes domésticos, una obra que sigue indagando la casa y sus metáforas, al tiempo que explora la materialidad de los cuerpos y sus dimensiones más animales. A continuación, compartimos con ustedes uno de los textos que componen este poemario aún inédito.

LA CASA GRANDE

Una noche desperté
sentada en el lecho, helada,
en esa casa donde
me habían abandonado
 hacía tanto tiempo.
Marosa Di Giorgio

voy a fundir todas las casas en las que he vivido
creando un gran molde
de mesitas y cubiertos

tengo especial intención
de recuperar los restos de la litera roja
que dividieron para convertir en camas individuales
cuando ya no éramos unos niños

(por qué dividen literas
por qué cortan metal                   

                                                    (no sé                no sé)
pero me conmueve admirar el esfuerzo de los hierros)

voy a cavar un hoyo enorme
en el patio de La Gran Casa
y echarme a hibernar
como la mamá osa del ecosistema moribundo
que estoy creando a partir de esta fundición

¿cuántos techos desplomados
cuántas sillas, cómodas y adornos
vamos a recuperar?

¿dónde estará la pared
en la que se posaban los mosquitos
que yo mataba con un trapo blanco?

podré traerla
podré otra vez
vivir con la muerte en mis manos

matar mosquitos
sobre la pared blanca
de esta nueva casa

***

Esta entrevista se desarrolló en el marco del proyecto «Voces migrantes», iniciativa ganadora de la Beca de Crítica Cultural y Creativa (2021) que el Ministerio de Cultura de Colombia otorga cada año en su portafolio de estímulos. Agradecemos a Mincultura por los recursos que hicieron posible este proyecto. 

Sobre Laura Estrada Márquez

(Barranquilla, 1992). Poeta, fanzinera, artista de collage y de otras artes visuales. Su poesía gira en torno al cuerpo, la sexualidad, la migración y las identidades fragmentadas. 
Se mudó a Sevilla cuando tenía once años y vivió dividida entre Colombia y España hasta el 2011, cuando se asentó definitivamente en la capital andaluza. Es Humanista de la Universidad Pablo de Olavide y actualmente trabaja como profesora de lenguas en la Academia Walton Palmer.
Tiene una plataforma artística de autoedición llamada “Se acabó mi yuca”, desde la que publica fanzines con una visión DIY. En 2021 publicó su primer poemario, Patios interiores, con la editorial Graviola, un proyecto literario que busca visibilizar voces migrantes en España. También publica esporádicamente en revistas literarias on-line y físicas.
Fue seleccionada como «Mujer Migrante Destacada» por la Cancillería de Colombia (2016), a raíz de los proyectos artísticos que lleva a cabo con diferentes organismos internacionales.

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