Algo se mueve detrás de las palabras: Conversación con Fadir Delgado
Fadir Delgado es una de las escritoras jóvenes más prolíficas del Caribe colombiano. Su disciplina, su compromiso y disfrute del proceso escritural se ven reflejados en casi una decena de libros publicados, numerosos premios y menciones literarias. Más allá de estos datos visibles, prueba rotunda de un camino literario que se abre con éxito, está lo oculto en su creación. Una sombra que vemos con el rabillo del ojo, una cortina que se mueve al soplo suave del poco viento que entra a una casa clausurada. Sí, las voces narrativas y poéticas de Delgado enfrentan lugares y situaciones insólitas, presienten lo que se mueve detrás de las palabras. Es de admirar el tesón y la valentía con los que esta escritora escarba obsesivamente en temas duros: la maternidad, la enfermedad, las atmosferas asfixiantes, la sangre que se entrega al lenguaje; y mientras lo hace fascina a los lectores, nos embruja para conducirnos amablemente y a tientas en un mundo que se revela entre tinieblas y polvo.
Agradecemos a Fadir Delgado por su tiempo y su presta disposición para aportar al proyecto Seis Voces Migrantes del Caribe Colombiano, ganador de la Beca de Crítica Cultural y Creativa 2021 del Ministerio de Cultura de Colombia.
Farides Lugo Zuleta

A la izquierda: Retrato de la escritora Fadir Delgado Acosta. A la derecha: Portada del libro Escritura del precipicio (2021).
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Esta conversación entre la autora, Fadir Delgado Acosta, y la editora colombiana Farides Lugo Zuleta, giró en torno al más reciente libro de Delgado: Escritura del precipicio (2021), una antología personal publicada por la Universidad del Externado (Bogotá, Colombia) en su colección «Un libro por centavos». Las y los lectores interesados pueden descargar el libro de manera gratuita aquí.
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Farides Lugo Zuleta: Desde Aluvión nos hemos cuestionado en varias oportunidades qué es eso de la ‘escritura femenina’, si es que existe tal cosa. Sin llegar, por supuesto, a ninguna respuesta definitiva, sí hemos visto en ese ejercicio de reflexión la aparición de temas recurrentes en las obras escritas por mujeres. Uno de ellos ha sido, sin duda, la maternidad. En este poemario que nos ocupa funciona como hilo transversal. Es un hilo visible, se nota su costura en la construcción de todo el libro, y es de resaltar que no sea precisamente el lado amable y mercantilizado de esa maternidad el que expone, sino el lado oscuro, doloroso, el desgarramiento que se experimenta en lo privado y que llega a fundar su propio mundo de llanto, sangre, carne y cicatrices. ¿Puedes contarnos sobre esa herida de la que brota la sangre, el niño y la luz en este poemario? ¿Cómo la concibes creativamente?
Fadir Delgado Acosta: No existe una escritura femenina como tal, sino muchas escrituras femeninas, pues todas las mujeres no pensamos igual, no nos relacionamos con el mundo de la misma manera, no nos interesan los mismos temas.
Por eso, mis últimas obras hablan de un universo que no vivimos y sentimos de manera similar, de un universo que no les interesa a todas. Muchas veces se nos sanciona socialmente por mirarlo desde la desmitificación, desde sus sombras y sus porosidades. Ese universo es la maternidad.
Para algunas mujeres mi posición sobre el fenómeno de la maternidad podría ser nada “femenina”, partiendo de cómo reducen algunas personas ese concepto de lo “femenino”, que creen, debería responder a una sola sensibilidad.
Hay algo que nos define, y ese algo es la experiencia, la cual es vivida de mil maneras por mujeres. Mi experiencia como madre o mujer gestante nunca será igual a la otra. Nunca. Yo entré en cuestionamiento con esto y quise buscar una forma estética de expresarlo. Comencé a coser en una misma tela, la imagen de la enfermedad y la imagen de lo materno. Ahí ya estaba cometiendo un sacrilegio para muchos. Pues, ¡cómo se me ocurre comparar la enfermedad con el embarazo!
Es lo primero que te dicen: no estás enferma. Entonces no puedes quejarte, no puedes expresar tu dolor y miedo. Eso está prohibido. Y eso nos ha hecho mucho daño. Me pregunté: ¿cómo decirlo sin caer en lamentaciones personales?, ¿cómo muestro la ternura de lo macabro o lo macabro que se oculta en lo tierno? Y en eso ando.
Después de la experiencia, busco en el lenguaje, lo exploro, escarbo en él para nombrar un universo en donde también otras y otros puedan verse y reconocerse. Me he propuesto jugar con voces, con diálogos y con personajes para concretizar esta propuesta poética que ya está en varios de mis libros, que me persigue como una búsqueda creativa, que considero, crece y crece buscando otros caminos.
Farides Lugo Zuleta: Esta antología personal que, además estuvo a tu cuidado y selección, es un summum de obsesiones escriturales. Resulta fascinante ver, por ejemplo, la procesión en el poema “La noche que vigila a los perros”, después de haberla leído, años atrás, en el cuento “No es el agua que hierve”. Allí es cuando una experimenta como lectora la comunión de los temas y las imágenes que regresan con fuerza, una y otra vez, en la escritura. A lo largo de Escritura del precipicio se construye una contundente simbología alrededor de los hospitales, la enfermedad, el domingo y el niño que está en medio de ese temblor y descomposición. ¿Cómo entiendes estas imágenes, la repetición y la reiteración en tu proceso creativo?
Fadir Delgado Acosta: Esto me recuerda algo que me dijo una persona hace poco: “Últimamente hablas mucho de la imagen de la madre y del hijo en tus textos”, y sí es cierto, es una repetición de la que estoy consciente. Yo no le tengo miedo a hablar de los mismos temas siempre. A lo que le huyo es a repetir ciertas fórmulas. Los temas siempre podrían ser los mismos, los que deberían cambiar son los juegos estéticos.
Yo me he nutrido mucho de mi infancia, del territorio de mi niñez, de las mujeres con las cuales crecí. Ellas aparecen como personajes, como yo poéticos, como voces todo el tiempo en mis obras.
Particularmente, las procesiones fueron de esas cosas que vi en mi niñez y que siempre me llamaron la atención. Iba a ellas con mi abuela, quien es ciega y le contaba todo lo que veía en este ritual de religiosidad popular. Entonces me dediqué a observar mucho a las mujeres que rezaban, que gritaban alrededor de un monumento, todo eso me parecía extraño y fuerte. Yo comenzaba a imaginarme sus vidas, sus miedos. Eso nutrió mucho mi universo creativo. En mi obra, además de las procesiones, están presentes las moscas, la madre, los huesos, la abuela, la casa, la hija, lo féretros y tantas cosas que no sé si son repeticiones, pero lo que sí sé es que hacen parte de mis preguntas, y uno escribe por eso: porque tiene preguntas y no tiene ni idea de las respuestas.
Farides Lugo Zuleta: Hay un vacío que nace del dolor y se manifiesta a través de la escritura. De ahí el precipicio que se abre con la palabra. La lengua llena de polvo, desierta, la boca que se abre como un pozo oscuro y vaciado, son estas figuras presentes en tu poesía. Teniéndolas en mente, ¿cuál es tu concepción del lenguaje y el trabajo escritural, cuando todo lo que se diga ya está lleno de polvo?
Fadir Delgado Acosta: El lenguaje, eso con lo que trabajamos, también es lo que nos reta y nos pone fronteras para llegar al otro lado o cruzar esa línea imaginaria entre la palabra y el otro universo que se encuentra en lo poético o en lo ficcional.
Deseamos acercarnos con el mismo recurso que nos impide llegar: el lenguaje. Ese es uno de los grandes y más bellos retos de la escritura. No tenemos otro camino que el lenguaje. En ese escenario, yo creo en la comunicación que establecemos con las palabras. Particularmente me propongo un diálogo con ellas y con lo que representan. Me gusta construir un texto con conciencia, con ese ejercicio de tachar y volver a escribir, de tachar y volver a escribir… Sí creo en el oficio de la escritura, creo que es fundamental no depender solo de esos momentos de deslumbramiento, sino crearse cierta disciplina. Creo mucho en la reescritura, considero que allí está el trabajo real. En ese camino encontramos cierta imposibilidad, pero seguimos insistiendo, escarbando, aunque nos demos cuenta de que, tal vez, todo lo que digamos está lleno de polvo o que eso que deseamos nombrar se resiste a ser nombrado. Encontramos que hay realidades que no quieren se traducidas en palabras, realidades que las palabras no aceptan, pero la única forma que tiene el escritor o escritora de acercarse a esas realidades son las palabras. Es decir, la palabra es eso que me cierra los caminos y al mismo tiempo me los abre. Eso que me impide llegar es lo único con lo que cuento. Allí nos damos cuenta de que no tenemos control sobre el lenguaje, que tal vez fracasaremos en nuestra intención de nombrar y que precisamente el reto es apuntar algo que está fuera de las palabras.
Estamos haciendo, todo el tiempo, alianzas y estableciendo acuerdos con las palabras. Para mí no existe un proceso de paz más honesto que ese que entablamos desde la escritura.
Farides Lugo Zuleta: Hay cierto carácter errante en este libro, ese yo poético que nos presenta hospitales, domingos desesperanzadores, un patio enfermo y la mirada particular de una cama de hospital desde abajo (un ataúd de resortes que sostienen al muerto), también afirma: “Soy un puente”, un vaso comunicante que observa —sobre todo observa— ciudades extranjeras, por ejemplo, París en el poema “Desde el tren”, o perros escarbando la tierra y sacando huesos —plástica de la flâneuse que capta esos detalles inusuales del afuera—. Se siente un ritmo urbano, cargado de negatividad por las ciudades. ¿Cómo ha sido influida tu escritura por los viajes, el observar desde el extranjero el ajetreo cotidiano de la vida? En el poema “El niño que sacamos de la tierra” se plantea:
Fuimos dos cielorrasos que buscaron el país más
extraño para desgarrarse.
Fadir Delgado Acosta: Siempre recuerdo estas líneas de Cavafis: “La ciudad irá contigo adonde vayas”. Y así es. Yo puedo mudarme, pero siempre voy a mirar los nuevos caminos con los ojos del lugar de donde vengo. Yo no puedo desprender eso. No puedo desprenderme del Caribe, de su atmosfera.
El Caribe me ha dado una textura, unas sombras y luces que todo el tiempo siento que se asoman por mis palabras. Las imágenes de los territorios que he visitado están trazadas por el agua del mar, por el calor, por el ruido, por el grito del lugar de donde provengo.
El poeta es un flâneur por naturaleza. Es importante detenerse en eso que viaja todo el tiempo a nuestro alrededor, en eso que se mueve, que cambia de textura y de color. El viaje vive cerca de nosotros.
Siempre se reduce la experiencia del viaje a ese acto de ir de un lugar a otro, pero no reconocemos el viaje de otros elementos que nos circundan, de los otros viajes que suceden cerca. Todo está viajando a nuestro alrededor todo el tiempo, por ejemplo, cuando un objeto envejece, cuando se rompe, cuando dejamos una casa o sentimos que esa casa que habitamos ya no es la misma, está sucediendo un tipo de viaje, porque todo lo que cambia de alguna manera también viaja.
Es más, hay que gente que viaja, pero solo lo hace físicamente, nunca lo hace espiritualmente. Se la pasan conociendo nuevos territorios, pero parece que nunca se movieran, porque desde lo espiritual y desde lo sensible no lo hacen. Conocemos más el lugar de donde venimos cuando reconocemos la existencia de otras maneras de vivir y ver el mundo, cuando reconocemos y respetamos la diferencia de otros territorios.
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Esta entrevista se desarrolló en el marco del proyecto «Voces migrantes», iniciativa ganadora de la Beca de Crítica Cultural y Creativa (2021) que el Ministerio de Cultura de Colombia otorga cada año en su portafolio de estímulos. Agradecemos a Mincultura por los recursos que hicieron posible este proyecto.
Sobre Fadir Delgado Acosta
Magister en Creación Literaria.
Autora de los libros: La Casa de Hierro, El último gesto del pez, No es el agua que hierve, Escritura del precipicio, Lo que diga está lleno de polvo, Sangre seca en el espejo, La tierra que se tragó el cuerpo y La temperatura exacta del miedo.
Ganadora del Premio Internacional de poesía Tiflos de España 2021. Premio internacional de poesía Universidad Nacional de Costa Rica 2020. Premio de poesía del Portafolio de Estímulos de Barranquilla 2017. Premio Distrital de Cuento de Barranquilla 2018.
Ganadora de la Beca de Circulación Internacional para creadores 2019 que otorga el Ministerio de Cultura de Colombia. Mención especial del Premio Internacional de poesía de Puerto Rico 2020. Primera mención del Premio Nacional de poesía Tomás Vargas Osorio 2020. Finalista del VII Premio Internacional de Poesía Jovellanos de España 2020. Premio en Poesía del Concurso Internacional de literatura de la Universidad de Buenaventura 2014.
Ganadora de la Residencia Artística en Montreal por parte del Ministerio de Cultura de Colombia y el Consejo de Artes y Letras de Quebec, en el área de literatura 2013. Ganadora de la convocatoria internacional de la Oficina de la Juventud de Québec para participar en un intercambio literario en esta Provincia 2010.
Se desempeña como tallerista literaria y es coordinadora de la Fundación Artística Casa de Hierro de Barranquilla.
