Un mundillo de historias sobre pequeños detalles: Conversación con Efraín Villanueva
Efraín Villanueva es un escritor barranquillero radicado en Alemania, luego de una temporada de estudio en EE. UU. No lo conozco en persona, pero llevamos más de un año trabajando en la edición de su próximo libro, un diario pandémico. Nos hemos escrito innumerables veces. Nunca ha dejado de sorprenderme su compromiso y disposición inmediata para trabajar en su proyecto escritural. Por eso me es grato que sea el segundo autor en ser presentado en el marco del proyecto “Voces Migrantes”, y así aportar a la difusión de un escritor que, al otro lado del océano, se ha entregado hasta las últimas consecuencias al ejercicio de la palabra.
Su debut en novela fue ganador del Portafolio de Estímulos para el Desarrollo Artístico y Cultural en el Distrito de Barranquilla (2017) y publicado por Collage Editores. Es una obra que se detiene en la observación de la minucia, funda sus cimientos en los pequeños detalles, en la contemplación de los narradores, indaga en la intimidad y la aparente banalidad de lo doméstico, sin duda, el último refugio del extranjero.
En esta conversación tuvimos varias estaciones: lo fragmentario de la obra, la ubicuidad de la violencia, el lenguaje-silencio, el hogar. En muchos puntos nuestra lectura de la novela coincidió; en otros, no. Y esa es la verdadera riqueza de entablar un diálogo, abierto, franco, con intención de reflexionar y no de agradar. Espero que estos encuentros y desencuentros cumplan su auténtica misión: ser una invitación a la lectura.
Farides Lugo Zuleta
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A la derecha: fotografía del escritor Efraín Villanueva. A la izquierda: portada de la novela Tomacorrientes inalámbricos (Collage Editores, 2018).
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Farides Lugo: Tomacorrientes inalámbricos, tu primera novela publicada en 2018, arranca con la descripción de “una grieta en el andén”. Esta grieta se abre paso a través de la losa, carcome el asfalto. En cierto lugar “no es más. O tal vez ahí empieza a ser”. Me pareció una imagen hermosísima, muy poética, mezcla de lo urbano con la íntima reflexión filosófica; inicio prometedor para una novela. ¿Consideras esta grieta una metáfora oculta de la fragmentación de la voz narradora —o tu voz— entre dos mundos: uno que le/te es propio por nacimiento y otro, extranjero por decisión?
Efraín Villanueva: Tomacorrientes nació como una colección de cuentos. Solo algún tiempo después sentí que estaba lidiando con una novela formada por historias independientes, pero entrelazadas; y decidí trabajarla bajo esa idea –en ese sentido, por su composición y origen, creo que este es un libro mucho más conceptual que narrativo. A la hora de ordenar las historias, convertidas en capítulos, me descubrí regresando a la grieta una y otra vez, tal vez por ese encanto simultáneamente urbanístico y reflexivo que mencionas, pero también porque incluía los aspectos que considero definen la identidad de la novela.
Por un lado, el hecho de que Tomacorrientes es la historia –o el mundillo de historias, mejor– de los pequeños detalles. La descripción de la grieta le anticipa al lector la personalidad contemplativa de los narradores. Una cualidad que, a propósito, corre el riesgo de considerarse prodigiosa o un ineludible desencanto. Es a través de la observación de las minucias y de lo que se oculta detrás de lo doméstico que conocemos a Alirio, a Sabeth, a la pareja que son, y a la ciudad.
Por otro lado, la distinción de las voces narrativas que la novela propone. La grieta no es la fragmentación de la voz de Alirio, el extranjero que se mueve entre dos mundos, pues él ni siquiera tiene voz, nos enteramos de él a través de un tercero. Sabeth, en cambio, es la narradora de su propia historia, la única que habla desde el yo, la fotógrafa capaz de fijarse en una grieta y reflexionar sobre ella. La novela necesitaba iniciar con las palabras de Sabeth.
Farides Lugo: Continuando con la grieta, con la idea de división y separación, el contexto histórico de esta obra se siente oscilando entre las noticias de los avances del proceso de paz en Colombia y una Alemania en la que resurgen, poco a poco, grupos radicales neonazis. Pareciera imposible huir del todo de la violencia, aunque se cruce un océano hacia el “Primer Mundo”. ¿Cómo enfrentas esta ubicuidad de la violencia —con diferentes máscaras— en tu obra?
Efraín Villanueva: En Tomacorrientes la violencia se asoma en situaciones esporádicas y, fiel al estilo de la novela, en dosis moderadas. La transmisión por televisión de un supuesto atentado terrorista en algún lugar de Alemania, la proyección de una película con bombardeos en tierras lejanas, la descripción de una marcha neonazi en el centro de la ciudad (que es tal vez la que más llama la atención porque lo nazi es un tema que siempre rechina, sobre todo por su asociación inmediata con Alemania). Estas instantáneas se convierten en los personajes y las tramas de los capítulos que las contienen, se independizan de Sabeth y de Alirio.
Ahora bien, de la relación de Sabeth con la violencia no sabemos nada. Podemos intuir que Alirio le ha contado de la guerra en Colombia y que tiene conocimiento pleno del resurgimiento del nazismo y de que, en el pasado, su país decidió (¡dos veces!) pelearse contra el resto del mundo. Pero es fácil concluir que no ha sido tocada directamente por una violencia que le quite el sueño.
Con Alirio, mientras espera su turno en el Consulado de Frankfurt, es un cuento diferente. Allí escucha a una compatriota que, con miedo en los ojos, asegura que nunca volverá a Colombia; presta atención a una alemana recriminar a un grupo de adolescentes alemanes sobre los estereotipos de la violencia en Colombia; escucha una entusiasta conversación sobre el avance del tratado de paz. Aunque Alirio solo interviene en esta última charla para hacer una aclaración, este capítulo demandaba su presencia. Alirio, después de todo, carga el sobrepeso de haber nacido en un país en guerra.
Dudo que Alirio haya viajado a Europa con la ilusión de irse a un lugar más seguro que el que dejó atrás. El mundo es violento y no hay forma de escapar de la violencia. Claro, es posible vivir más seguro en ciertos países que en otros, pero donde haya humanos habrá peligro de violencia.
Farides Lugo: Ahondando un poco más en la violencia, me remito al pensador Jacques Derrida, quien en su libro La hospitalidad analiza cómo siempre hay cierta violencia contra el extranjero al obligarlo a hablar la lengua del otro y porque él, que viene de lejos, tiene licencia para plantear preguntas incómodas (y esto produce aprensión). En tu libro pude encontrar muchos cuestionamientos incómodos para la sociedad alemana, por ejemplo: esa constante insatisfacción por todo; la contradicción de los neonazis que, luego de marchar en silencio con los símbolos de la supremacía blanca, entran a la tienda del “inmigrante árabe y moreno” a comer y beber en su negocio; el consumismo capitalista en el que ha caído una sociedad con la mayoría de sus necesidades básicas resueltas, —y da título al libro— que la lleva a inventarse necesidades como la de adquirir un tomacorriente inalámbrico que te permite prender y apagar aparatos desde la cama.
Sin embargo, Alirio no se esfuerza por ser ese extranjero deseoso de comunicarse con el otro en su lengua, por el contrario, se regodea en su silencio, en su excusa de no comprender el alemán, y disfruta de ese aislamiento. ¿Cómo concibes esta rebelión del lenguaje en tu obra?
Efraín Villanueva: [Antes de responder, me gustaría plantear mi posición sobre lo que llamas “cuestionamientos incómodos”; admito que son mucho más profundos que mi intención original.
Estoy en desacuerdo con que la novela presenta a una sociedad alemana en constante insatisfacción. Tal vez la referencia venga de una escena en la que una colombiana dice que a los alemanes no les gusta nada, pero esa frase puede que diga más de ella que de los propios alemanes y el libro no plantea evidencias adicionales ni a favor ni en contra de su comentario. Saliéndome del libro, lo que he encontrado estos años es que, salvo un grupo de nacionales denominados Almans –personas rígidas que siguen las reglas sin cuestionarlas y se vuelven insufribles por ello–, la mayoría de los alemanes parecen llevar vidas amenas y con preocupaciones mínimas.
Tampoco percibo que la novela exponga a una sociedad derrotada ante el consumismo capitalista. En el capítulo que mencionas se presenta un almacén de cadena en el que dos compradores enfrentan una batalla individual. Alirio, incómodo porque está rodeado de objetos que quisiera comprar, pero que no puede costear. Sabeth que intuye que su antojo es producto de una necesidad impuesta por el sistema, pero difícil de rechazar porque el precio es atractivo. Estos almacenes no son exclusivos del primer mundo, en Colombia los tenemos por montones y a ellos la gente se arrastra en masa, incluso en el pico de una pandemia global, a comprar objetos que se quieren (pero probablemente no se necesiten), aun si sus necesidades básicas no están cubiertas y probablemente están comprando a crédito. Y si nos asomamos a otras latitudes encontraremos escenas similares. La novela, entonces, y como en el caso de la “insatisfacción alemana”, no se atreve a calificar el antojo de Sabeth como una rendición al consumismo ni mucho menos lo extrapola al resto de la sociedad alemana. De hecho, por lo que entiendo, los alemanes son de los más ahorradores de la Unión Europea.
Tomacorrientes centra su narrativa en descripciones, en exposición de elementos y de vistas y en pequeños detalles. En últimas, es el reflejo de mi situación como autor en el tiempo en el que escribía la novela: un recién llegado a Alemania sin conocimientos suficientes (como creo que sí los tengo hoy) para juzgar esta cultura y sociedad nuevas. Mi única herramienta era la contemplación y solo a través de ella podía comunicarme con el lector; carecía de elementos para plantear juicios o cuestionamientos, para controvertir cualquier situación. Por supuesto, leer no es solo un ejercicio de entendimiento, sino también de interpretación y tu lectura es prueba de ello].
A Alirio lo frustra la dificultad de aprender el que sería su tercer idioma y, como tú has notado, disfruta el silencio que esto le permite. Es un refugio en el que puede estar con sus propios pensamientos aun cuando esté rodeado de gente, y aprovechar para aprender de ellos desde la distancia, observando sin ser observado.
Pero también aventuro que es un mecanismo de preservación ante el miedo que provoca enfrentarse a un nuevo mundo –la ausencia del lenguaje le permite autoexcluirse. Por muy difícil que sea aprender un nuevo idioma en la escuela, tienes el consuelo de que regresarás a casa a hablar con tu familia y tus amigos en tu lengua madre; las dificultades son exclusivas del salón de clases. Por el contrario, aprender un nuevo idioma en la tierra en la que se habla ese idioma implica enfrentarse, en cualquier lugar, a malentendidos y a la sensación de que se es un mudo incapaz de articular lo que piensa, lo que necesita, lo que quiere. Como escritor, Alirio valora las palabras, consciente de que solo eligiendo las apropiadas puede existir una comunicación efectiva. Pero en alemán, del que apenas tiene conocimientos básicos de gramática y semántica, sus pensamientos y opiniones no tienen cabida, le son inexpresables. Lo frustra la incapacidad de comunicarse con la profundidad con la que lo hace en español. En un restaurante, puede ordenar en alemán, pero no puede explicar a sus anfitriones las diferencias entre la variedad de las cervezas alemanas y las cervezas de su tierra, o las similitudes y diferencias entre un schnitzel y una chuleta valluna. Y de allí para arriba no tiene las herramientas ni el vocabulario para opinar de política, del calentamiento global o de cualquier otro tema de peso.
Sin embargo, creo que la razón por la que a Alirio tanto le cuesta aprender alemán es porque ha sucumbido a una actitud facilista. Trabaja desde casa en proyectos en español e inglés. Los amigos de Sabeth le hablan en inglés, o no le hablan, y él está conforme con eso. Para qué, me imagino que piensa Alirio, someterse a la incomodidad de Umlauts y verbos compuestos que lo sofocan si su presencia en Europa es solo por Sabeth y a ella la conoció en inglés. En ese idioma se aman, se entretienen, se soportan, se pelean. En inglés se comunican en un campo neutral a pesar de que haya expresiones que, a ambos, les resulten más fáciles y dicientes en sus idiomas originales que en inglés. Sus chistes en español o en alemán no se traducen con el mismo humor al inglés, entonces proponen nuevas formas de reír entre ellos. El inglés, su inglés, los equilibra a un nivel de comodidad, entendimiento, pero sobre todo de intimidad, que ambos disfrutan y atesoran. Sus personalidades en inglés, no en español o en alemán, los sostienen como pareja. Así como el alemán separa a Alirio de los alemanes, el inglés lo une a Sabeth.
Farides Lugo: La mayoría de los capítulos del libro transcurren en la cotidianidad creada entre Alirio y Sabeth. Ese pequeño mundo privado en el que constantemente hay un reconocerse y una negociación entre ambas culturas, desde la comida hasta el erotismo del cuerpo. ¿Consideras el hogar una patria independiente? ¿Qué valor te merece lo íntimo del hogar en tu literatura atravesada por la experiencia de la extranjería? ¿Es un último refugio u otro campo de batalla?
Efraín Villanueva: Sabeth y Alirio habitan una ciudad con la que interactúan, pero una vez cierran la puerta de la casa, lo de afuera es ajeno, externo a ellos. Su hogar es una burbuja, un enclave donde solo caben los dos. Un hogar en el que, regresando a la pregunta anterior, la lengua materna es el inglés.
Mi experiencia como extranjero empezó a los dieciséis años, cuando me fui a estudiar a la universidad en Bogotá. Desde entonces he aprendido que la intimidad lo es todo para el extranjero. En el hogar, el extranjero deja de serlo, abandona esa capa en cuanto entra y se quita los zapatos. En el hogar tiene licencia para ser tan grande como es, para sentir lo que quiera sentir. En el hogar del extranjero el pasaporte no pesa; su origen no interfiere en lo que es, no lo define, pues es apenas una de las tantas aristas de su personalidad, de cualquier personalidad. En el hogar, el lugar de nacimiento adquiere su verdadero significado: es tan solo un accidente. Es, sin dudas, un refugio. Tiene que serlo.
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Esta entrevista se desarrolló en el marco del proyecto «Voces migrantes», iniciativa ganadora de la Beca de Crítica Cultural y Creativa (2021) que el Ministerio de Cultura de Colombia otorga cada año en su portafolio de estímulos. Agradecemos a Mincultura por los recursos que hicieron posible este proyecto.
Sobre Efraín Villanueva
Maravillosa entrevista. Ya quiero leer la nueva novela de Efraín.
Saludos desde Alemania.
Gracias, Emma, por la lectura y el bello comentario.