entrevista a Lya Sierra

Poeta, narradora, tallerista y docente de literatura. Autora de la novela Esa Gordita sí baila (2004). 

Aluvión: A 16 años de la primera publicación de Esa Gordita sí baila (2004), ¿cómo presentarías el libro a un lector o lectora que no conoce esta obra? ¿Quién es Gordita? ¿Cómo es la ciudad en la que esta mujer reside? ¿Cuáles son los hilos que tejen su lenguaje y sus dichos?

Lya Sierra: Inicialmente, situaría la novela en su contexto espaciotemporal: la ciudad de Barranquilla en los años setenta. Con los referentes históricos y culturales que marcaron esa época: el desaforado auge de la Salsa como género musical dominante, los avatares socioeconómicos de la clase media, con sus malabares para satisfacer sus necesidades básicas, la influencia del carnaval y del fútbol como elementos superestructurales (elementos que, además, fueron decisivos para las clases populares, específicamente para los habitantes de las barriadas barranquilleras). A su vez, destacaría el papel preponderante de los actores populares del carnaval, quienes eran los verdaderos protagonistas de aquella catarsis que duraba cuatro días; en los que los disfraces ingeniosos, los bailes, las verbenas, las casetas y el goce desbocado transformaban la cordura en locura, y la economía doméstica se trastocaba por los gastos de la fiesta. Únicamente el miércoles de ceniza aterrizaba a los carnavaleros en la precaria realidad. La novela también hace énfasis en el rol desempeñado por la radio de la época, cuando era más independiente y no obedecía a los lineamientos e intereses de los dueños del poder.

En los inicios de la historia, Gordita es una estudiante en plena adolescencia. No obstante, es al mismo tiempo una mujer consciente de su feminidad, de su cuerpo hecho para el disfrute y el placer sexual; indudablemente, ella se identifica con su época, signada por la liberación femenina. Se rebela contra el orden familiar, la abstinencia de la carne, la virginidad postergada hasta el convencional matrimonio. Le gusta vivir su vida de acuerdo con sus convicciones: se divierte, desafía el peligro que, además, la seduce; critica a su hermana, militante política de izquierda, y más bien se alía con su hermano bacán y salsómano y con su grupo de amigos que le acolitan sus excentricidades. Gordita es un personaje complejo, hecho de certeza y dubitaciones, de viveza para hacer el quite a las deudas, es solidaria hasta exponer su integridad, es tierna y apasionada con sus hombres, pero capaz de urdir venganzas cuando uno de ellos la denigra o miente sobre ella. Es un prototipo femenino con todos sus claroscuros.

El hombre del Caribe es, esencialmente, oral. La oralidad nos identifica, nuestro lenguaje es dinámico, se reinventa y se nutre de modismos. Los mayores, las abuelas y los abuelos cuentan historias, exageran, se involucran en ellas, repiten los dichos que han heredado de generaciones anteriores, y los niños los aprenden y los integran a su lenguaje. Gordita tiene una abuela y esa es la fuente de los numerosos dichos que circulan por la obra. Gordita no es solemne, no utiliza palabras grandilocuentes, prefiere el lenguaje desabrochado de las gentes de su barrio. No olvidemos su lugar en la estratificación social: “clase media baja”, diríamos en la actualidad.

Aluvión: Cuéntanos cómo ha sido tu experiencia de escritura y creación como mujer barranquillera. Por otro lado, ¿cómo percibes el panorama literario colombiano, tanto en calidad de autora como de lectora?

L. S.: La ciudad, como referente, es una fuente inagotable de posibilidades. No existe una sola Barranquilla o, en este caso, una sola Arenosa, como la nombra Gordita. Es Quilla y es Curramba. Y es la urbe de las élites sociales, la polis que acogió a los inmigrantes de distinto origen étnico, el refugio de los desplazados por los diversos ciclos de violencia que han tenido lugar en el país. La ciudad sin blasones ni fundadores que la vigilen desde la soledad de las estatuas. Como nativa de ella, lo que hice al escribir la novela fue acudir a todas las vivencias, experiencias, recuerdos, historias ajenas… y a todo un bagaje acumulado en la memoria para recrear esa realidad plural que me ofrecía mi polis. Y elegí la ciudad que se amoldaba al personaje de la Gordita. La de 1977, si la ubicamos cronológicamente.

El panorama de la literatura colombiana tiene en la actualidad escritores que se destacan por su talento y oficio. Con una narrativa vigorosa, multiforme y ya un poco distante del tema del narcotráfico, el cual encasilló a muchos escritores de las décadas pasadas. Pablo Montoya, por ejemplo, posee dos extraordinarias novelas: Lejos de Roma y Tríptico de la Infamia. Él es un referente obligado de la buena narrativa que se escribe hoy. Roberto Burgos Cantor, por otro lado, es autor de nuestro Caribe con sus cuentos y, en especial, con sus novelas El patio de los vientos perdidos y La ceiba de la memoria, esa monumental epopeya de la esclavitud negra. Lamentablemente, falleció en pleno proceso creativo, pero dejó una obra sumamente valiosa para las nuevas generaciones. También se destaca el escritor oriundo de Montería, José Luis Garcés González, poeta, ensayista y narrador. Su última novela publicada, Fuga de Caballos, recoge toda la desmesura, la magia, la oralidad y la cosmogonía de parte de nuestra región, en este caso del Sinú. El Caribe no ha contado con muchas voces narrativas femeninas. La mayoría de nuestras escritoras escriben poesía. En el género de la prosa cuenta con: Fanny Buitrago, quien muy joven escribió una obra vanguardista como El hostigante verano de los dioses. Ella es, además, una excelente cuentista, como lo demuestra en su libro Los amores de Afrodita. Fanny es barranquillera y es poco conocida en nuestro medio. Marvel Moreno, con su novela En diciembre llegaban las brisas y sus cuentos completos, constituye un valioso aporte para el estudio de la narrativa de nuestra región. Se destaca asimismo Adelaida Fernández, una escritora que también es de la periferia, autora de una excelente novela, Afuera crece un mundo, ganadora del Premio Casa de las Américas en el año 2015.

Aluvión: Ritmo, sabrosura y goce. ¿Qué significa para ti escribir el Caribe desde el goce y el placer de un cuerpo femenino? ¿Cómo describirías las relaciones existentes entre Esa Gordita sí baila y algunos ritmos caribeños como la Salsa?

Las revoluciones de género quizás han sido menos tumultuosas que otras grandes transformaciones sociopolíticas, pero han sido contundentes. Desde los años sesenta del siglo pasado, en nuestro país, las mujeres empezaron a desempeñar un rol más activo en la sociedad: empezaron a vincularse al mercado laboral, ingresaron en mayor número a las universidades, fueron conscientes de sus fortalezas, de sus derechos y se hicieron más independientes. Además, el Caribe de este país conservador y patriarcal tiene sus matriarcas, como lo demuestran Úrsula Iguarán, en Cien años de soledad, o la protagonista de Celia se pudre, obra del escritor Héctor Rojas Herazo, por mencionar solo dos casos. En la misma familia de Gordita, las voces y acciones dominantes corresponden a la madre, la abuela y la hermana; el padre es únicamente una presencia pasiva.

Entre Eros y Tánatos, el habitante del Caribe elige a Eros. De hecho, la muerte es vencida en una de las danzas del Carnaval, es irrespetada. Entonces ese despertar de lo femenino es lo que me permite narrar el goce sexual desde las ansias y experiencias tempranas de Gordita, que se lanza a explorar con su primer amor, El Flaco, ese universo ilimitado del erotismo. Y es ella, dueña de su cuerpo y su deseo, la que insinúa, la que exige, la que propone, y El Flaco duda, retrocede y finalmente se niega al sexo total, provocando así la ruptura entre ellos. La apasionada Gordita se sabe dueña de su cuerpo, sabe que está hecho para el disfrute, para entregarse y gozar con otro cuerpo que también se entregue.

La salsa es consustancial a la existencia misma de la protagonista. Ella vive en función de la música, pero la salsa la seduce de manera particular, le dispara la adrenalina, la sitúa en el centro de la alegría. Cerveza y música, ese es el binomio que la conecta con su esencia de mujer. La salsa narra, además, esas historias cotidianas que pueden ocurrir tanto en El Bronx como en Rebolo o en El Bosque, con sus esquinas de filosos puñales y pistolas a la caza de pasos desprevenidos.

Aluvión: ¿Cuándo tomaste la decisión de publicar tu novela? Cuéntanos sobre tu experiencia de autoedición (tanto en lo que respecta a la primera versión de 2004 como a esta última de 2020). Y sobre El Viajero Rojo. Por otro lado, ¿cómo crees que ha sido la recepción de Esa Gordita sí baila por parte del público lector local y nacional?

L. S.: Al terminar de escribir la novela en 2004, tomé la decisión de publicarla. Sabía que los escritores de la periferia no contamos con apoyo de editorial alguna para publicar. Sencillamente, acudí al bolsillo propio y, bien asesorada por mi pareja, que también es escritor, nos lanzamos, como diría Gordita, de una a la publicación. El Viajero Rojo es un símbolo erótico, por la Gordita.

La novela, afortunadamente, fue bien recibida por la crítica. La primera edición se agotó. Fue reseñada por algunos medios y hasta tuvo un espacio en Telecaribe, con el director de entonces, el escritor y amigo Edgar Rey Sinnig. Esta segunda edición de 2020 no fue difundida por los medios. Con la organización de Carnaval S. A. fue imposible la comunicación, a pesar de que el lanzamiento de la novela se hizo en plena fiesta. Ocurrió lo mismo que en la primera edición: cero colaboración de una entidad que privatizó nuestro carnaval. Yo personalmente llevé la novela a El Heraldo. Envié la invitación virtual: ninguna respuesta. Envié la novela a El Tiempo, al señor Estewil Quezada: silencio absoluto. Eso demuestra el nulo interés de los medios de comunicación por difundir el trabajo de los creadores literarios del entorno local.

Aluvión: El contexto social que tu novela recrea parece ser una cara distinta de la Barranquilla que se lee en las obras de autores y autoras como, por ejemplo, Marvel Moreno. ¿Cómo percibes las representaciones, o ausencias de estas, que desde la literatura nacional se hacen sobre el Caribe popular?

L. S.: Anteriormente mencionaba las muchas ciudades que Barranquilla es. Marvel Moreno escogió la de sus experiencias, vivencias y querencias: habló sobre las mujeres que hacen parte de una élite social que las anula, que las convierte en objetos de uso para un hombre dominante, y que precisamente por eso se rebelan y buscan su independencia de género. Jaime Manrique Ardila, por ejemplo, también opta por esa ciudad elitista, y eso es válido, pero Esa Gordita sí baila es una propuesta diferente. Aquí se trata de narrar el Caribe y la ciudad de Barranquilla desde una cosmovisión popular, desde la entraña del habitante de barrio, ese que camina por la cuerda floja para vivir dignamente, el que tiene que hacer el quite permanente a las carencias, a las adversidades, el que asume la fiesta carnavalera como catarsis para soltar tristezas, frustraciones y sumergirse en esa locura que trastoca su cotidianidad de arena movediza.

Es un lugar común decir que Colombia es un país de regiones. Es difícil para un boyacense, por ejemplo, comprender los referentes culturales de los habitantes del Caribe. Existen diferencias importantes, incluso desde puntos de vista sociológicos o de la antropología cultural, entre un habitante de las sabanas y un barranquillero, por mencionar un ejemplo. Agreguemos a esto que la cultura popular del Caribe ha sido poco analizada a profundidad por los expertos del centro del país. Entonces, el imaginario popular de ese centro crea estereotipos del costeño, que se difunden ominosamente en telenovelas y series televisivas. Desafortunadamente, nuestras gentes las consumen sin un análisis crítico, por simple diversión y entretenimiento; se divierten con la caricatura que crean desde el centro del país con nuestra supuesta identidad caribeña.

Aluvión: Si las novelas son un gran chisme, y el interés del oyente depende de la destreza de quien lo cuenta, ¿qué pedacitos de este chisme le contarías a las y los lectores? ¿Qué es lo más atractivo e inquietante de la travesía de tu protagonista? A su vez, ¿tiene Lya Sierra otros proyectos de escritura, tanto futuros como pasados, además de Esa Gordita sí baila?

L. S.: Con esta novela me sucedió algo muy curioso. Yo vengo del género poético, fundamentalmente. Mi primer libro publicado, Baladas para nombrar este tiempo de sombras, es de poesía. En Poetas en abril, una antología de poetas del Caribe, están mis trabajos. En Como llama que se eleva, obra que reúne poemas de veintiséis autoras caribeñas, está incluido mi nombre. Así como en la Antología poética publicada por el Ministerio de Cultura en el año 2000. También he escrito muchos cuentos breves.

Ahora, el chisme es este: Esa Gordita sí baila fue concebida como un cuento. Iba a ser el cuento más largo que yo hubiera escrito. Pensé en seis páginas. Cuando llegué a ese límite, Gordita exigió más atención, realmente me habló como personaje, se impuso, muy propio de ella, y los dos días de trabajo, se convirtieron en nueve meses de escribir, descartar, agregar, corregir, reescribir y delinear cada personaje, cada situación, cada suceso dormido o, mejor, despierto en la memoria. Ese fue el proceso de escritura.

Lo más inquietante de la travesía de la protagonista fue adentrarme en su esencia femenina, seguirla en su transición de adolescente a mujer adulta, enfrentando sus miedos, desplegando su osadía para encarar la vida, respondiendo a las exigencias de su cuerpo, enfrentando la visión conservadora de la madre, defendiendo su derecho a vivir su vida según sus propias convicciones, válidas o no. La Gordita y yo somos antípodas, se dice que en una narración algo se filtra del autor, pero en este caso los vasos comunicantes con mi personaje no existen. Entonces, el proceso fue un tanto arduo, aunque apasionante; consistió en ir moldeando el perfil de la protagonista a partir de sus circunstancias, de sus motivaciones y frustraciones, pero también de su visión hedonista de la vida.

Entre mis proyectos futuros está escribir una novela. No diré mucho al respecto, porque apenas es un proyecto. Para el próximo año pienso publicar una antología poética, que abarcaría varios libros inéditos; y completar mi libro de relatos breves, un género que me apasiona realmente.

 

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Esta entrevista se realizó gracias a la Beca de Crítica Cultural y Creativa 2020, ofrecida por el Ministerio de Cultura (Colombia). Aluvión fue uno de los proyectos ganadores de la mencionada beca.

 

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